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Tapa y solapa del
interesante libro de historia del abogado santiagueño Antonio Virgilio
Castiglione, uno de cuyos ejemplares fue enviado a Ciudad del Vaticano y
recibido por el Papa Francisco. |
Acaba
de salir publicado el libro del investigador santiagueño doctor Antonio
Virgilio Castiglione, titulado “El Imperio Inca llegó hasta Santiago del Estero
(en la Argentina), que también aborda otros dos aspectos interesantes de
nuestra historia como son El Camino del Inca y El Quichua Santiagueño”.
La
obra está auspiciada -con su logo en la tapa- nada menos que por la Universidad
Nacional San Antonio Abad del Cuzco, una institución peruana jesuita de 350
años de antigüedad, cuya Iglesia de la Compañía de Jesús, el seminario y sus
aulas, están ubicados enfrente mismo de la Plaza de Armas de esa milenaria
ciudad, a donde estaba situado el palacio del emperador inca Huayna Capac. Sin
duda, un respaldo académico por demás significativo, en especial porque su
Rector, al autorizar ese auspicio, sostuvo en la resolución que el libro
“prestigiará a esa institución”.
Inicio de la
investigación
El
doctor Castiglione se vio motivado a realizar esa investigación luego de enterarse,
en el mes de julio de 2014, que la Unesco (Naciones Unidas) había declarado
como “Patrimonio Cultural de la Humanidad” al Camino del Inca (un proyecto
cultural denominado “Qhapaq Ñan”, que significa camino del inca en lengua
quichua, que tuviera como iniciadora a la hermana República del Perú). Ocurre
que esa declaración benefició a los países andinos desde Ecuador a Chile,
incluyendo a la Argentina, y en nuestro país beneficiando a las provincias
“cordilleranas”: Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumán, San Juan y
Mendoza. Pero se excluyó a Santiago del Estero.
Nuestro
comprovinciano consideró que ello era una tremenda injusticia para con nuestra
provincia. Arbitrariamente se consideró que el inca no llegó hasta estas
tierras y que el camino (entiéndase la red vial) solamente podía ser
“empedrada”, con los caminos de piedra.
Y
se propuso tratar de enmendar esa injusticia. Para ello debía probar -lo que es
el objeto el libro- que el territorio
que hoy ocupa nuestra provincia de Santiago del Estero estaba ubicado en los
confines del Imperio Inca, que los incas conocieron esta provincia y a los
aborígenes que la habitaban, que “caminaron” por ella (por ello hubo caminos,
valga la redundancia), que “señorearon” sobre ella, que tuvieron tratos o vinculación
con sus habitantes y que incluso los utilizaron. Que los juríes y mataráes -los
habitantes de esa zona- recibieron enviados incas (“orejones”, curacas,
mitimaes, amautas y soldados), el idioma oficial del Cuzco (el quichua), la
llama y el guanaco, y asesoramiento en agricultura, canales y riego, producción
textil, cerámica y objetos de metal. Es decir tenían contacto directo con el
Cuzco y, por ende, hubo caminos, aunque en este caso, los de Santiago del
Estero fueron de tierra. Que hubo una relación de tipo comercial, con
intercambio de bienes, servicios y recursos humanos, llevándose -por dichos
caminos- los productos de esta región y se trajeron otros. Que los funcionarios
reales cada tiempo iban al Cuzco y venían de él. Que los emperadores incas, que
eran habilísimos administradores, debían estar siempre bien informados de lo
que ocurría en su imperio. Y para que ello ocurriese, imperiosamente debía
haber caminos.
Un libro bien
documentado
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Contratapa y solapa de la
obra de Castiglione que intenta producir un cambio de paradigma en Santiago del
Estero, ya que hasta ahora algunos consideraban que el Inca no llegó a lo que
hoy es nuestra provincia. |
Para
cumplir con ese cometido, el autor se sirvió de cartografía (mapas), de la
opinión de más de 80 autores, de documentos que obran en el Archivo General de
Indias (de Sevilla, España) y de numerosos elementos arqueológicos que
encontraran los hermanos Emilio y Duncan Wagner, y luego otros investigadores.
En uno de esos documentos, el entonces gobernador Juan Ramírez de Velasco, del
10 de abril de 1590, le informaba al rey de España que “el inca estuvo aquí”.
Y
en relación a los múltiples objetos de hierro encontrados en la región del
Salado, por los hermanos Wagner, sostiene que eran parte del equipamiento
militar de los incas: por ejemplo las hachas, las mazas estrelladas
rompecabezas, etc. (que están en el C.C.B.)
El
libro que comentamos incluye más de 150 fotografías, 22 mapas que incluye a
Santiago en ese imperio, etc.
Con
todos estos elementos, Castiglione presentó una ponencia en el VI Congreso
Nacional de Historia del Perú, que se realizó en agosto de 2014 precisamente en
el Cuzco (que era la capital de ese imperio), y que se llevó a cabo en el
recinto de la Universidad que hoy le auspicia el libro.
Esa
ponencia, que afirma que el Imperio Inca llegó hasta Santiago del Estero, fue
aprobada por unanimidad y el Plenario del Congreso recomendó que se le elevara
a la Unesco.
Con
esta obra el autor intenta producir un cambio de paradigma en Santiago del
Estero, ya que hasta ahora algunos consideraban que el Inca no llegó a Santiago
del Estero y que al quichua lo trajeron los yanaconas de la expedición de Diego
de Rojas.
Castiglione
afirma que los incas ingresaron por polvorientos caminos de tierra (obviamente
que allí no hay piedras) paralelos a los ríos Salado y Dulce, principalmente
del primero de ellos. Que formalizaron una alianza con los aborígenes
“santiagueños” para que ellos los ayudaran a controlar la frontera oriental del
Imperio (el Tawantinsuyu) que se apoyaba sobre el río Salado, para evitar que
las tribus aborígenes salvajes del otro lado invadieran nuestra Mesopotamia (la
región ubicada ente los dos ríos) y asaltaran las minas de oro y plata que los
incas explotaban en el Noroeste argentino, para llevar esos metales a Cuzco, la
capital de su imperio. Que en la región del Salado medio, se instaló un fortín
inca (adviértase el nombre de una ciudad santiagueña cercana, única en
Argentina con esa denominación). También hubo a la par una localidad denominada
fortín Atahualpa.
El
autor afirma que los incas nos legaron el idioma quichua, que todavía se habla
en el interior (y que en ninguna otra provincia argentina se lo habla ya), el
maíz, algunas comidas, influencia en lo textil (por ejemplo las teleras), en la
cerámica, algunas tradiciones, en técnicas de cultivo e irrigación, los
topónimos (nombre de lugares) pre-hispánicos, etc.
Destaca
a los investigadores que han estudiado nuestro suelo y nuestra historia.
El ingreso del
Cristianismo
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Francisco Solano. |
El
autor se refiere a que por estos caminos que el inca nos dejara, ciertamente
construidos en épocas anteriores a la llegada del español en el siglo XVI, el
Cristianismo ingresó al territorio de lo que hoy es la República Argentina. El
primer español que ingresó y fundó un pueblo (Barco I, II y III) fue Juan Núñez
de Prado, que a partir de 1553 se denominó Santiago del Estero.
Sostiene
que la primera escala del Cristianismo fue Santiago del Estero, desde donde se
diseminó a todo el Noroeste Argentino.
Por
ese mismo camino vino en el año 1590, desde Lima hacia nuestra ciudad, el padre
Francisco Solano. Y por esa ruta, ese fraile franciscano -luego santo- predicó
el cristianismo. Que
por ese mismo camino vino el primer obispo argentino, que fue el de Santiago
del Estero, Francisco de Victoria
(recuérdese que el papa Pío V, por Bula de 1570, fundó nuestro Obispado
denominado “del Tucumán”, pero con sede en nuestra ciudad).
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“Mama Antula”.
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Que
por ese camino de los incas vinieron los jesuitas y demás órdenes religiosas a
Santiago del Estero. Y desde aquí salieron para construir y erigir las iglesias
catedrales de Córdoba y de todas las ciudades del Noroeste.
Que por ese camino
salieron de Santiago del Estero y transitaron las órdenes religiosas
(franciscanos, dominicos, mercedarios, de la Compañía de Jesús, etc.), para
fundar los conventos del NOA.
Y
por esos caminos evangelizó nuestra Sor María Antonia de la Paz y Figueroa (en
proceso de beatificación), quien se fue hasta Jujuy y luego desde allí
caminando en “ushutas” hacia Buenos Aires.
Por
ello queda en claro que nuestra ciudad de Santiago del Estero resultó ser no
sólo “Madre de Ciudades”, sino también la receptora -y luego difusora- de los
principios de la fe católica en esta parte del llamado Nuevo Mundo.
Del Papa Francisco
El
doctor Antonio Virgilio Castiglione le envió de obsequio un ejemplar de su
nuevo libro al Santo Padre, destacándole las consideraciones del párrafo
anterior.
El Pontífice argentino Jorge Mario Bergolio le contestó el día 3 de
septiembre, agradeciéndole el envío.
El quichua santiagueño
En
la segunda parte del libro, el autor hace referencia al quichua santiagueño, su
teoría acerca de cómo llegó ese idioma a la provincia, las palabras de origen
quichua incorporadas al hablar diario, con una traducción al idioma inglés (esto
último ya que se sabe que algunos de los libros de nuestro comprovinciano obran
en bibliotecas de Universidades de América del Norte y de Europa). Explica por
qué Santiago del Estero es un “reducto idiomático”, las acciones que ha seguido
el estado provincial para proteger ese idioma, leyes sancionadas, cursos y
jornadas dictados, bibliografía, autores, reconocimiento a los pueblos
originarios, etc. Son interesantes ciertas proclamas políticas (panfletos),
transcriptas en idioma quichua (y traducidas al castellano en el libro),
inéditas hasta ahora, que fueron utilizados en ciertas campañas electorales en
nuestra provincia.
Al
final hay una valiosa colaboración de la doctora en lingüística, Hebe Luz
Ávila: “Un aporte desde la lingüística”, precisamente el título.
Nos
ha parecido interesante destacar por último, que el prologuista, el doctor
Escobar Medrano, un catedrático peruano, afirma que “este libro tiene pólvora en
sus venas”.
Interés del Gobierno
provincial
Esta
última obra de “Antonito” Castiglione ha merecido el interés y el apoyo a la
importante investigación del Gobierno provincial que encabeza la doctora
Claudia Ledesma Abdala de Zamora, así como del presidente provisional del Senado,
doctor Gerardo Zamora, en especial desde el punto de vista del turismo, que ambos
quieren favorecer, y porque siempre se dijo que los incas conocieron las aguas
sulfurosas y tomaban baños termales en Río Hondo.
Asimismo,
la subsecretaría de Cultura provincial declaró a este libro de “Interés
Cultural”.