Por Castor Lopez, en www.revistatrazos.ucse.edu.ar
Con
el importante apoyo de la Fundación RAP tuve recientemente, junto a otros
políticos argentinos, la inapreciable oportunidad de participar en algunas de
las denominadas “reuniones de primavera” en Washington y Nueva York, en las que
diversos especialistas de la política y la economía global exponen sus
impresiones acerca del estado de situación de las regiones y los países y las
perspectivas socioeconómicas que estiman más probables.
Aun
son muchas las dudas y muy pocas las certezas. Como probablemente siempre lo
fue. En primer término, nadie da por completamente concluida la crisis global
iniciada en el año 2008. Pero, a su vez, todos estiman que las peores recaídas
ya finalizaron, tanto en el norte de Europa como en los EE.UU., el Asia y la
Latinoamérica emergente. Solo la Europa mediterránea es otra historia, con
desenlaces de resultados aun abiertos en sus países.
En
segundo lugar, pese a que las teorías del llamado “desarrollo sustentable” y
los denominados “limites del crecimiento económico” se comenzaron a debatir
hace alrededor de 50 años, existe ya una vasta y generalizada aceptación de la
impostergable condición que el actual crecimiento económico y social no
comprometa la capacidad productiva de las próximas generaciones, afectando
fundamentalmente al medio ambiente.
Estrategias
para largo plazo
El ingeniero Castor López participó junto a más de cien políticos en reuniones organizadas por la Fundación RAP, en Washington y Nueva York. |
Con
ello, tanto las estrategias de las políticas públicas de los Estados como los
periodos de los análisis privados de los proyectos de inversiones de las
empresas, se extienden necesariamente por los próximos 30 años, al largo plazo.
El cambio climático, que ha provocado el calentamiento global, ha resultado una
impactante e innegable evidencia empírica a considerar, inclusive por razones
utilitarias.
En
tercer término, en el mundo ya desarrollado solamente quedan en pie las
estrategias de crecimientos basados únicamente en el incremento de la
productividad, optimizando la energía y respetando los ciclos de la naturaleza.
Pero, el mundo aun por desarrollarse, todavía dispone también de la vía del
crecimiento mediante el incremento de la dotación de sus factores productivos.
Ello estaría explicando sus actuales tasas de crecimiento mayores.
Las
percepciones de la denominada “huella del carbono”, que estima el grado de la
contaminación ambiental de la producción, y de la más reciente “huella del
agua”, que calcula la cantidad de agua potable consumida en la elaboración de
cada producto, tienen cada vez mayor aceptación social, seguramente por sus
crecientes costos de oportunidad. Lo que limita la posibilidad del crecimiento,
sin la debida transparencia, solo con las industrias extractivas, cualquiera
sea su índole.
En
cuarto y último lugar, el actual desafío de los países que transitan por las
sendas de desarrollo y que no desean finalizar como “los países fallidos”, en
“las trampas de una pobreza estructural”, ni siquiera aun en las encrucijadas
de las permanencias en estadios de ingresos medios, al influjo de “las
enfermedades” derivadas de las bonanzas de los precios de los productos
primarios, es generar los contextos institucionales y productivos propios y
propicios.
Serán aquellos que les permitan crecer
simultáneamente, tanto por las razones exógenas, valiéndose de las
extraordinarias oportunidades de los actuales términos de intercambio, como
también por las razones endógenas, aprovechando sus históricas fortalezas. Son
los países que, a tiempo, comprendieron que los consensos básicos
preideológicos se deben alcanzar siempre antes de los traumas. Y así,
inteligentemente, han reconciliado, sin prejuicios dogmáticos, a sus Estados
con los mercados privados y sus sociedades civiles.
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