Por
Eduardo Antonio Abalovich, político radical santiagueño.
En
estos últimos tiempos hubo varios artículos periodísticos que hacen referencia
a la paulatina desaparición de la UCR. Desde luego, que más que un análisis
objetivo, quienes escriben denotan un sentimiento anti radical y bajas y
segundas intenciones que no guardan relación con los guarismos de las últimas
elecciones.
Nadie
duda, por tratarse de un dato de la realidad, que desde el estallido del
Gobierno de Fernando de La Rúa, la Unión Cívica Radical es fruto de una gran
crisis de la cual va emergiendo lentamente. Pero no sólo hay una crisis en el
Radicalismo, sino en todos los partidos políticos. Vaya si los hay.
El
Justicialismo viene ganando varias elecciones pero nadie niega que en sus
triunfos los logra cada vez con menos peronistas, lo que pone en evidencia la
crisis de las estructuras partidarias, la pérdida del sentido de pertenencia,
la confusión entre Gobierno y partido -en el caso del oficialismo-, con las
consecuencias negativas para las instituciones republicanas.
Los
principios
La
Unión Cívica Radical no nació simplemente para ser Gobierno, sino que tiene
desde su génesis objetivos mayores, más trascendentes y perdurables, como
servir a la República, garantizar el pleno ejercicio de la vida democrática, el
respeto por la división de poderes, la periodicidad de los mandatos, el respeto
irrestricto a la Constitución y a la ley; la transparencia en la administración
de la cosa pública, garantizar el pleno ejercicio de los derechos individuales
y de las libertades públicas, la tolerancia a los que piensan distinto, la
austeridad republicana, etc.
Bien
vale la pena recordar cuando fue electo Hipólito Yrigoyen en el año 1916, y no teniendo
mayoría en el Colegio Electoral que ponía en peligro su elección como
Presidente de la Nación, y ante la propuesta de un grupo de correligionarios
que le expresaban su preocupación y la necesidad de negociar para obtener un
número que garantice la votación, el viejo mandatario tuvo una frase célebre: “¡Que
se pierdan cien gobiernos pero se salven los principios!”.
Sin
duda, una síntesis de un pensamiento ético que contrasta dolorosamente con el
pensamiento y acción de estos tiempos, que en nombre de la practicidad y el
sentido de oportunidad han ido socavando las bases de los principios de la UCR.
La
reconstrucción
Abalovich exhorta a
revalorizar la militancia y difundir los idearios de la UCR, porque son deberes actuales de los radicales de todo el país.
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El
concurso de muchos hombres y mujeres de la dirigencia en frentes electorales,
alianzas y otros acuerdos, con el fin netamente electoralista, sin acuerdos
programáticos y simplemente con la pretensión de llegar, han minado las
estructuras del Radicalismo, llevándolo a un prolongado letargo, del cual hoy
se trata de superar. Se trata de una tarea denodada y llena de inconvenientes,
ente los previsibles e imprevisibles de dirigentes que llegan como
representantes de la UCR y luego aparecen en los más diversos frentes políticos
enfrentando al partido, desobedeciendo sus mandatos, en un fenómeno que sucede
a lo largo y ancho del país. Esto es lo que conspira con la tarea de
reconstrucción partidaria y se hacen llamar radicales.
Por
ello, vale la pena recordar la famosa frase de don Ricardo Balbín, cuando una
autoridad partidaria nacional había abandonado las filas de la Unión Cívica
Radical: “Lo difícil no es ser radical, sino mantenerse radical”.
Definitivamente,
hoy podemos afirmar que las estructuras político-partidarias en general,
carecen de liderazgos, y la dirigencia política en la Argentina parece sin
jerarquía, por lo que su renovación es uno de los más grandes desafíos.
Por
todo ello, creo en estos tiempos hay que volver a las fuentes, rescatar los principios
rectores que dieron origen a la UCR, la revalorización de la militancia, la difusión
de su ideario, y hacernos caros de nuestra historia, inculcando el sentido de
pertenencia a este pensamiento.
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