Por el sociólogo Jorge
Neme, secretario de Relaciones Internacionales de Tucumán.
Durante
la campaña presidencial, el entonces candidato a presidente Mauricio Macri
lanzó el Plan Belgrano. Una excelente idea destinada a encender las
expectativas y esperanzas del Norte, bajo la impronta de una figura relevante
históricamente vinculada a la región.
El
Norte sufre un deterioro económico y social desde hace varias décadas y es la
región más pobre del país. Su ingreso no alcanza el 50% del ingreso medio del
resto de los argentinos, ni al 20% de los ingresos de los habitantes de la
Ciudad de Buenos Aires. Su población padece la falta de acceso a la salud, la
educación, los bienes públicos y la carencia de oportunidades en sus proyectos
de vida. Por eso, tras la victoria de Macri, fue muy auspiciosa la
institucionalización del Plan Belgrano, que adquirió rango ministerial.
Cano, “el conductor”
Macri y el tucumano José Cano, que perdió la Gobernación de Tucumán a manos del PJ, y fue designado como responsable del Plan Belgrano. |
El
Plan tenía como objetivos “el desarrollo y coordinación de las políticas
sociales, productivas y de infraestructura que reduzcan la desigualdad en la
región Norte”. Iban a llegar millones en inversiones para las 10 provincias del
Norte Argentino. Parecía que el proceso de decadencia, inequidad y marginalidad
llegaba a su fin, luego de muchas décadas de sufrimientos. La conducción del
Plan Belgrano le fue encomendada al tucumano José Cano quien había perdido la
Gobernación de Tucumán en manos del peronismo, representado por Juan Manzur.
Fue un modo de compensar su aporte a Cambiemos.
Pasados
16 meses, es necesario evaluar la gestión y aporte del Plan Belgrano a superar
los desequilibrios que perjudican al Norte. Y lo cierto es que hoy nadie conoce
en qué consiste el Plan. No existen políticas, gestión, presupuesto,
inversiones ni obras. Ni siquiera se reunieron una vez los diez gobernadores
del Norte, que son los interlocutores naturales en ese ambicioso Plan.
Más
aún: a casi un año y medio del lanzamiento, no hay un enunciado que defina
cuáles son los problemas de la región, la situación de sus cadenas productivas,
que realidad tienen los sectores competitivos y dinámicos, quienes cuentan con
potencial de crecimiento y cuales requieren atención para alcanzar
competitividad. No se avanzó en la tarea primordial de ponerle letra al Plan ni
elaborar un discurso sobre la gravedad de la realidad norteña y las propuestas
para abordarlo. En paralelo con esta virtual parálisis, la política nacional se
fue alejando del Norte y el Plan Belgrano y se orientó hacia los intereses
porteños, más acorde con el legado de Bartolomé Mitre. Una figura histórica
innegablemente vinculada a Buenos Aires.
Todo para el “Plan Mitre”
Así,
mientras el Plan Belgrano se desvanecía, avanzó un verdadero “Plan Mitre”. La
ayuda financiera por $25.000 millones para la Provincia de Buenos Aires, obras
como el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento por $45.000 millones, la
Autopista Ribereña por $9.700 millones, la Autopista Illia Bis por $1.600
millones, el Metrobus Sur por $1.500 millones, la urbanización de la Villa 31
por $320 millones, obras de agua y cloacas por $1.900 millones y las mejoras de
las estaciones suburbanas del Ferrocarril Belgrano por $ 3.000 millones, se
ejecutan entre otras inversiones con centralidad en la Ciudad más rica de la
Argentina mientras los recursos nacionales destinados a inversiones transferidos
a las provincias del Norte disminuyeron del 46,3% en el 2015 al 33,9% en el
2016.
El
Plan Belgrano podría haber equilibrado la balanza entre Buenos Aires y el
Norte, o al menos nivelar en alguna medida este Plan Mitre que fue floreciendo
de hecho. Así, en poco más de un año, el Plan Belgrano sin visión, estrategia,
autoridad política ni conocimientos, fue convertido en una enorme cáscara vacía
y en una nueva frustración para los pueblos del Norte Argentino y sus economías
regionales.
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