Impostergable: es deber de todos el acompañar a Francisca Bulacio, quien exige justicia por la injusta muerte de su padre. |
Fueron muchos los vecinos que salieron a la Independencia y advirtieron el cuerpo sin vida de Bulacio, así como a los cobardes ocupantes del lujoso vehículo mayor que dispararon hasta alcanzar un remisse, al que ascendieron tres para huir del escenario de la tragedia. Los otros tres, de a pie, lograron perderse en la oscuridad.
“El Pibe Ñoño”, un socio y testaferro de los hermanos Gerardo y Daniel Zamora, se entregó después de las 13 del domingo 5, tras ocho horas de “compostura” y de elaboración del “plan” para ocultar al verdadero conductor del vehículo homicida. Claro que no estuvo ni en su domicilio ni el de sus padres o hermanos, sino que se ocultó en la casa de un abogado de su entorno y vinculado al gobierno provincial.
Ramón Robles, “El Pibe Ñoño”, decidió poner la cara, quedar preso y hacerse cargo del homicidio y abandono de persona, pero los vecinos de El Palomar dicen todo lo contrario. Aseguran que Robles no manejaba la poderosa camioneta que figura a su nombre, sino que viajaba en el asiento del acompañante; la única butaca en la que se había utilizado el cinturón de seguridad.
Justo Pastor Gutiérrez, el ayudante en el carrito de venta de comida ligera que atendía la víctima en Belgrano y Sarmiento, había descendido del Dodge y, cansado, se sentó en el cordón sobre el pasaje Alvear aguardando que su amigo terminara de reparar el rodado.
“Ñoño” no conducía
Gutiérrez es uno de los que sabe que no manejaba “El Pibe Ñoño”. Consecuentemente, es el testimonio en el que se basa la hija de Bulacio, Francisca Bulacio, para acusar “al poder y a la plata” que imperan en el “nuevo Santiago” de Gerardo Zamora.
¿A quién identificaron como el chofer de la tragedia los vecinos de El Palomar y Gutiérrez?
¿Por qué la policía esconde estos datos esenciales para una correcta investigación en un hecho de homicidio y el agravante de abandono de persona?
“El poder y la plata” que denuncia la hija de la víctima no se circunscribe al “Pibe Ñoño”, sino a los otros cinco ocupantes a los que se identifica como conocidos parientes de altos funcionarios y “destacados” miembros de la justicia.
“El poder y la plata” de los que hablan los familiares de Bulacio apuntan al juez Darío Alarcón (uno de los súper dependientes magistrados de la Casa de Gobierno y a quien más y mejor le maneja los expedientes la policía provicial; aprovechándose de su falta de experiencia), que se toma todos los tiempos como para “enfriar” los ánimos indignados de familiares y amigos, y sigue barajando la “gran mentira” de que “El Pibe Ñoño” era el único ocupante de la camioneta homicida.
El dolor de la hija, y el orgullo con el que recuerda a su padre trabajador y ejemplar, van a ser más fuertes, a la corta o a la larga, para vencer a ese “poder” y a esa “plata” que están tratando de armar una nueva parodia judicial para salvar el pellejo del verdadero asesino de Bulacio.
Es hora de reaccionar
El valor de Francisca Bulacio necesita adhesiones, acompañamientos y reacciones de la ciudadanía que tiene que comprender que ha llegado la hora de reclamar justicia verdadera, y terminar de una vez por todas con estos “jueces de utilería” que, desde hace siete años, han devaluado hasta lugares increíbles al servicio de justicia de Santiago del Estero.
Varios parientes de funcionarios provinciales han protagonizado graves accidentes con pérdidas de vidas humanas, a cuyos familiares se ha silenciado con dádivas y dinero.
Esta vez, Francisca Bulacio muestra dignidad y ganas de luchar con todas sus fuerzas por la querida memoria de su padre. Vale la pena acompañarla; sin miedos. No pueden los asesinos del volante, aunque tengan “poder y plata”, sobornar o atemorizar a toda una sociedad dispuesta a exigir única y exclusivamente, justicia.
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