Carlos Juárez es imitado por Gerardo Zamora en sus peores defectos políticos. |
Pero se compara de puro cachafaz y porque está rodeado de lo peor del juarismo como “Pichón” Neder, Gerardo Montenegro, Humberto y Fernando Salim, Ángel Llamazares y tantos otros, que, aunque políticamente impresentable, “juegan” en las sombras a favor del zamorismo y, también a escondidas, reciben abultados pagos y coimas.
Incluso, con esas juntas, Zamora se mira en el espejo y trata de copiar a diario los rasgos más deleznables del “viejo” Juárez: arbitrario, antidemocrático y “dueño y señor” de un feudo en el que dibuja una “democracia de utilería”.
Sin embargo, no logra imitarlo integralmente. Juárez tenía años de poder y de dinero. Zamora nunca estuvo preparado ni para tener poder ni dinero. Juárez robaba junto a su empresario constructor al que le exigía un retorno de apenas el 10% del importe de las obras públicas que se realizaban con fondos públicos, y no daba lugar a la existencia de los kioscos. Zamora roba a manos llenas, deja funcionar todos los kioscos (de ministros, jueces, diputados, intendentes, concejales, comisionados municipales, directores, habilitados, secretarias, etc.), y exige retornos a todos y a cada uno de los proveedores.
(En una cuestión Zamora superó a Juárez: “el viejo” nunca pudo comprar a toda la prensa, y “zamorita” se adueñó de algunos medios y a otros los tiene comprados -con muy pocas excepciones-, y aspira a construir un relato único a través de los “boletines oficiales y los “diarios de Yrigoyen” que hormiguean por doquier).
Zamora y todo lo peor de Juárez
Gerardo Zamora, con su claque juarista, está convencido que es igual que “el viejo”. |
En la reforma constitucional y en materia de control, mantuvo la designación del Tribunal de Cuentas en cabeza del Poder Ejecutivo; en el Poder Judicial dejó el Consejo de la Magistratura pero con una ley reglamentaria acomodó las cosas a fin de que los concursos sean un ropaje legitimador de los “caballo del comisario”; mantiene “en comisión” (y los maneja como le ocurre) a los jueces del Crimen y a las cámaras de Juicio Oral en lo Criminal y Correcional, y controla un Poder Legislativo que con absoluta genuflexión convalida todos los actos del Poder Ejecutivo como la derogación tácita de la Ley de Ética Pública, la Ley de Iniciativa Popular, etc.
Otra diferencia categórica. Juárez vivió dentro de la austeridad extrema que llegaba a la tacañería. Zamora y los juaristas que lo secundan exhiben la corrupción generalizada de la que hablan todos los santiagueños, a tenor de las fastuosas muestras de casas, departamentos, autos y demás bienes que ostentan los funcionarios, los contratistas amigos y los socios políticos.
En cuestión de revanchismos a los adversarios, “zamorita” imitó muy bien al “viejo”. Juárez “entregó” a los militares para que los mataran al concejal clodomirense “Chongo” Abdala y al abogado “Rudy” Miguel porque eran opositores y no vendieron nunca sus banderas. Zamora tiene como preso político a su amigo del radicalismo, Julio Alegre (y dice que va a estar “en cana” hasta que él deje de ser gobernador) porque le ganaba en las encuestas y le anticipó que le disputaría la Gobernación.
Concretamente, mirar a Zamora es como enfrentarse a un espejo donde se refleja Juárez y sus peores rasgos.
Y, si miramos a la provincia, vamos a comprobar que las causas por las que Juárez fue intervenido, Zamora las mantiene intactas y hasta agravadas.
Además, las “obras faraónicas” que le diseñó Julio de Vido y que Zamora las amontonó en la Capital (que sirvieron para que ambos se enriquecieran con fondos nacionales), en nada han cambiado a un Santiago del Estero pobre que perdió la gran oportunidad de entrar en la senda de su desarrollo por culpa de la ineptitud y la deshonestidad de sus gobernantes. Con Juárez ni cambió ni creció. Con Zamora y los juaristas ni cambia ni crece.
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