Por Elena Sevilla, escritora mexicana
La globalización convierte a las niñas dulces en adolescentes perdidas. Creo que cuando son chiquitas todas quieren ser princesas, pero finalmente, en ¿qué se convierten cuando andan bailoteando en los antros y se desvisten a la menor oportunidad, sin importar nada de los valores, nada de lo que le inculcaron en sus casas o en la escuela?
Claro, se convierten en perra. En mi libro, justamente, titulado “De princesa a perra”, no busco escandalizar sino concienciar a la sociedad sobre algo real que está pasando.
El argumento gira en torno a dos chicas jóvenes, una rica y una pobre, que se enfrentan a temas como la drogadicción, el alcohol y el sexo, para ver cómo lo toman y en qué momento pierden los valores.
Me preocupan mucho los jóvenes, aparte de porque tenemos muchísimos, también porque es la etapa más importante en la vida de los seres humanos, porque es cuando decides qué quieres ser, qué quieres estudiar, quiénes son tus amigos, qué quieres ser tú, cuáles son tus sueños.
Quiero aclarar que no soy ninguna mojigata, sino que creo que la labor de cuidar a los jóvenes comienza en casa. Con esta modernidad de que estamos todas ocupadas y trabajamos todo el santo día nos hemos convertido en mamás por teléfono.
En mi opinión, la globalización no sólo ha pegado en el área económica, en la violencia y en el narcotráfico, sino en todos los sentidos. Vivimos una vida muy rápida y llegamos tan cansados a casa que ya no queremos o no tenemos tiempo de poner atención a los hijos.
Por ello pido a los padres que no nieguen que es posible que sus hijas adolescentes se conviertan en "perras" y sus hijos "en otras cosas", y les aconsejo que no pierdan de vista nada, que sepan bien quiénes son los amigos de sus hijos, sus círculos, qué les gusta, qué están haciendo, participar en sus conversaciones, castigar si es necesario e, incluso, que les revisen la mochila.
Aquí se vale de todo, como papás se vale hasta el chantaje para mantener a salvo a los hijos.
Hacen falta paradigmas para que los jóvenes no se pierdan. Si un padre se da cuenta de que su hijo va por el mal camino, debe acudir a psicólogos o buscar algún tipo de ayuda profesional.
La sociedad actual se enfrenta a la violencia y al sexo como algo cotidiano, así que hay que buscar nuevas fórmulas para llamar la atención y conseguir impactar para que cale el mensaje detrás del morbo. Deberíamos perder el miedo a las palabras y llamar a las cosas por su nombre.
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