El general que se consagró líder y conductor del más grande movimiento político de la Argentina. |
Fue un político tan amado como odiado, una manu (militari) de hierro, un mandatario de bota férrea. Supo granjearse el apoyo sindical y proyectar numerosas reformas sociales lo que no le impidió meter en vereda (y en prisión) a la oposición socialista y comunista. Para muchos, el Partido Justicialista que fundara no fue sino un remedo a la argentina del nazismo alemán, un partido y una ideología, el peronismo que, con el tiempo, pura, terrible y sangrienta contradicción, llegó a albergar en su seno a fuerzas de la extrema derecha y de la extrema izquierda radical como los montoneros.
Perón tuvo una sombra alargada y resplandeciente, una mujer que encandilaba desde las tribunas y las ondas radiofónicas, Evita, aquella actriz y cantante con la que el general se casó en 1945, aquella muchacha que se ganó el corazón de medio mundo. Luego, llegaría Isabelita, cantante de cabaret que nunca pudo emular a Eva. En noviembre de 1951, Perón alcanzó de nuevo el poder en las urnas. Apenas cuatro años más tarde, el ruido de sables se hacía insoportable y general era derrocado por otro golpe de Estado. Exiliado, acabó instalándose en la lujosa urbanización madrileña de Puerta de Hierro durante años.
Consiguió volver a la Patria y ser reelegido el 23 de septiembre de 1973. Sin embargo, moría diez meses después y el poder era ocupado por Isabelita. El 24 de marzo de 1976, una nueva asonada acababa con María Estela y el apellido Perón. El general Videla se hacía con el poder. Argentina entraba en su noche más oscura, se precipitaba por su más terrorífico abismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario