Por Marta Velarde, en Clarín, de Buenos Aires.
Luego de la masacre de Once, con sus 51 muertos y varios centenares de heridos, consecuencia de la inoperancia de funcionarios y sus vinculaciones con concesionarios de los servicios ferroviarios suburbanos, el gobierno nacional aceleró la transferencia de la red de transporte capitalino a jurisdicción del gobierno de la Ciudad.
El creciente déficit fiscal y la posibilidad de una catástrofe en los subterráneos impulsaron la decisión.
Por cierto que el gobierno nacional no sólo dejó de invertir en la modernización de los servicios, sino también en la prolongación de la Línea E desde estación Bolívar hasta Retiro, con una extensión de exiguos dos kilómetros. Obra que puesta en marcha en el 2001, aún no ha logrado inaugurar.
La ciudad de Buenos Aires integra con los municipios bonaerenses cercanos un área metropolitana, que supera los límites políticos originarios, desbordados por el crecimiento poblacional.
Los problemas como el del transporte son regionales. No se circunscriben a las jurisdicciones municipales, de la Ciudad Autónoma o de la provincia de Buenos Aires.
Para afrontar la crisis será necesario crear una Autoridad Regional del Transporte del área Metropolitana. Una estructura con amplio poder integrada por la provincia de Buenos Aires y el Gobierno de la Ciudad Autónoma, a la que el gobierno nacional deberá transferirle el control de accesos y autopistas de la región y los servicios de transporte público.
El transporte es un tema muy serio que afecta la vida de millones de trabajadores todos los días.
La prioridad de este gobierno que se dice nacional y popular es Aerolíneas Argentinas, con su déficit de casi mil millones de dólares, para facilitar el viaje del 5 % de la población más acomodada. Nada le interesa del transporte urbano ni interurbano, en el que viajan por las rutas de la muerte el 95 % de los argentinos. Por eso, aunque se pretenda sintonía fina, el capitalismo mafioso mezcla de ineficiencia y amigos del poder que sostiene las concesiones del transporte público tornan el modelo en nacionalismo de opereta, y populismo de historieta, que tanto dañan al país.
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