Entrevistado
por al diario La Vanguardia, de Barcelona, España, fue publicada el 12 de junio de 2014. Recoge del
Papa Francisco que dijo estar convencido de que la persecución contra los
cristianos, hoy es más fuerte que en los primero siglos de la Iglesia (sic).
Registra
el dicho doña Pilar Rahola, destacada periodista catalana, en su libro “S.O.S.
Cristianos. La persecución de cristianos en el mundo de hoy. Una realidad
silenciada”, editado en junio pasado en Buenos Aires por el Grupo Editorial
Planeta (página 22).
Lo
primero que atrae y, a la vez, asombra, es la novedad que nada tiene de
casualidad, como es la coincidencia de que la autora, y el prologuista (páginas
(11/15), don Julio María Sanguinetti, que fuera presidente de Uruguay, los dos
no son creyentes, y denuncian la actual matanza de miles de adoradores de
Jesucristo y nada más que por su fe.
A
Pilar Rahola, fiel a sí misma, conocí hace unos años cuando, desde su creencia
personal (el ateísmo o el gnosticismo,
también son un acto de fe), enfrentó al gobierno catalán que proyectó
sustituir Navidad por la Semana de la Familia, y se opuso, nada más y nada
menos que en nombre de veinte siglos de
la cultura en la que vive el mundo occidental.
Salpimentado
con ese no sé qué de doña Pilar, chispeó su salero, recuerdo. Dijo, estos tíos
no me van a quitar el árbol de Navidad,
los villancicos, turrones y demás. Es mi cultura y lleva veinte siglos. Ahora, en este libro que cito, doña Pilar
estima en casi un 30% el total de cristianos en el mundo (serían más de 2.000
millones), sin separar por la iglesia a la cual pertenecen. Igual son
cristianos.
¿Desde dónde mira?
La Iglesia Católica ora por los cristianos perseguidos y asesinados. |
La
Rahola desde su cabal humanismo frente al absoluto silencio de los medios de
comunicación, gobiernos y demás, una real emparejada en el palmar con
Sanguinetti, advierten: en este libro, no se abordan la moral de un colectivo
religioso, sino la ética de toda la humanidad.
Simplemente
aborda desde la ética, la persecución con perspectivas de exterminio en muchos
países, un mundo cristiano que Occidente no asume claramente como propio.
Sumados loa ataques al pueblo judío, el único y más antiguo (con más de 5.000
años de existencia), desnuda su real naturaleza.
Occidente
y desde su centro europeo ha terminó olvidando algo tan elemental y obvio: las
creencias sostienen las culturas. Tendría que regresar a Ortega y Gasset y nada
más que hasta ahí.
Se
trata de destruir los valores de Occidente, su liberalismo humanista, su
concepción de la igualdad de los derechos de todos los seres humanos, su
libertad de culto, su Estado de derecho Pero, el cristianismo occidental no
muestra la firmeza esperada opugnando la voluntad de exterminio tan clara.,
comenta el prologuista (sic).
En
el Kurdistán turco, la Iglesia Ortodoxa Siríaca, que nació en el Siglo I, con
500.000 miembros a principios del siglo XX. Los que pasaron al siglo XXI fueron
nada más que 5.000. No por una epidemia de
descreídos. Se trata de asesinatos.
Nunca
hubo, desde la época de las catacumbas, que fue del Siglo I, de C hasta el 380,
un plan exitoso, organizado e impune, de borrar de la faz de la tierra
comunidades enteras integradas por decenas de miles de personas. Y por el único
delito de su fe religiosa.
Sanguinetti,
que fue presidente de Uruguay, abre su proemio invocando a Cicerón y su
sentencia: la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.
Algo parecido permite la actitud de la ONU. Que acaba de incorporar a Arabia
Saudita a la comisión que debe tutelar y velar por el derecho de las mujeres.
Comisión en la que todos sus integrantes son masculinos.
Hillel
Neuer, director de United Natión Watch, comentó que han elegido a un pirómano
como jefe de bomberos. No es gratuito y tan equivocado el desprestigio de la
ONU. Comenta doña Pilar.
La mudez de Occidente
La
preocupación del prologuista citado es el silencio de occidente, y, así lo
creo, por la mudez de sus órganos
mediáticos de libre expresión. Lo confirma la reacción mundial inversa, zafada del silencio, por el
asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, disidente frente a la dinastía
real en su país natal.
Khashogui,
corresponsal del Washington Post, fue visto ingresar a la embajada saudí en
Estambul. Pero nadie lo vio salir. La versión que cobró credibilidad es su
muerte y desintegración en el interior de la embajada.
Esta
vez occidente no tiene espacio para mirar en otra dirección.
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