Hombre
de la máxima confianza de Carlos Arturo Juárez, fue vicegobernador, diputado
nacional y presidente del Iosep, aunque jamás dejó de ser el muchacho de
barrio. Será por esa cuna sana de la barra y de amigos que nunca cambió y fue
leal a su líder y a su partido, honesto en la función pública y humilde con los
demás.
Como
don Arturo (Illia) o como don Raúl (Alfonsín), el “Pila” jamás fue requerido
por justicia alguna luego de dejar la función pública. Como aquéllos patriarcas
de la UCR, éste peronista-juarista tenía la foja limpia, como sus manos, porque
era de esos políticos que no se llevaban ni una lapicera a su casa. Por eso el “Pila”
caminaba las calles y se sentaba en las confiterías sin escuchar jamás una
queja o un reproche.
Un
singular político. Porque fue, justamente, un personaje barrial.
El
“Pila” provenía de la plaza de las cinco esquinas, esa plazoleta que enmarcan
las calles Roca, 25 de Mayo, Mitre y Mendoza. Fue allí donde cimentó ese don de
gente, entre chicos y jóvenes que integraban la barra de la esquina; ese sitio
que por aquellos tiempos era un lugar irremplazable.
Herrera
Arias nunca se desprendió de los valores adquiridos en ese espacio de la
esquina del barrio en donde más se conocen por los apodos y él fue siempre el “Pila”.
Estuvo
al lado de su líder y ocupó cargos de importancia y sus funciones jamás dieron causa
para la sospecha. Tampoco se le conocen bienes y nunca mezcló su nombre con la
deshonestidad.
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