Por Roberto Azaretto.
No simpatizo con Julio Grondona, pues no creo en “las figuras indispensables” que se eternizan en el poder. Es un típico porteño de las orillas, ignorante, megalómano, vivillo. Una versión liviana de Don Corleone.
Tiene en claro que el fútbol es un negocio y ha medrado con ello. Nunca hizo un esfuerzo serio para erradicar la violencia de las canchas. Para él es algo natural, como los vínculos con el submundo de la política.
Daniel Vila no es un renovador del fútbol argentino. Es mucho más peligroso que Julio Grondona. Su padre edificó un imperio inmobiliario usurpando tierras de la Universidad Nacional de Cuyo. Luego controló medios desde donde extorsiona a políticos y funcionarios gubernamentales.
En su crecimiento fue vital la vinculación con José Luis Manzano, que le trajo el aporte de los capitales mafiosos del dirigente cubano anticastristas Más Canosa. El que esto escribe nunca se dejó seducir por el discurso mentiroso de Fidel Castro, el más viejo dictador viviente y responsable de la muerte de decenas de miles de jóvenes, a los que empujó a la guerrilla en nuestro continente. Pero eso no significa que se apoye a un crápula por ser enemigo del dictador.
Daniel Vila es un hombre violento que vive haciendo papelones públicos por sus actitudes de matón de cuarta, aunque ahora trabaja de payaso. Junto a Carlos Ávila, otro personaje lamentable de la fauna nacional, fueron socios del vaciador de Bancos Raúl Monetta, testaferro en su momento del City Bank.
Raúl Moneta, emparentado por vía materna con una familia de la mafia rosarina de los Galiffi, siempre ha presumido de pertenecer a una familia de terratenientes bonaerenses. En realidad, los Moneta son de Quilmas, el ex feudo de Aníbal Fernández, donde tenían una escribanía y se dedicaban a la usura.
Siempre se han preciado, este grupo, de “alquilar diputados”, y tienen un sostén en un tucumano que habla, a diferencia de los mudos de Santiago, pero siempre mete la pata.
Para concluir, se trata simplemente de una pelea de mafias. El problema más serio es la indiferencia de la política y de la justicia ante estos personeros del despojo a los argentinos.
Tal vez porque no nos damos cuenta, que cuando el estado financia el fútbol para todos, en realidad lo pagamos los contribuyentes.
Posiblemente el problema que tenemos los argentinos, es que todos los disparates de los gobiernos los pagamos nosotros.
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