Por Roberto Azaretto.
Para los que sostenemos que la democracia republicana está sustentada en la soberanía del pueblo, expresada en comicios libres, pero que además la preservación de las garantías personales que hacen a la dignidad de la persona humana, tiene otros pilares como el equilibrio de los poderes, el respeto a las minorías y las libertades civiles y políticas, sin las cuales no somos ciudadanos sino súbditos se extiende la preocupación sobre la supervivencia de la democracia a 28 años de haberla recuperado.Se instala un clima faccioso que se traduce en intimidaciones verbales, ataques en Internet aprovechando el anonimato en los que se sumergen los cobardes, en campañas mediáticas o en persecuciones impositivas, pero además se llega ahora a la agresión física.
En Santiago el Estero se ha atacado el local del partido Socialista y el del Pro. En Buenos Aires Guillermo Moreno, secretario de Comercio del gobierno nacional, atacó con sus propias manos al frente de una patota a un militante del Pro.
La Presidente ha dicho luego de la agresión de un miembro de su gabinete que Moreno era un funcionario honesto y capaz. La honestidad de Moreno está en duda; su falta de idoneidad - requisito que establece la Constitución Nacional- para ocupar cargos públicos está demostrada por el fracaso de todas las políticas a su cargo como la destrucción del sistema estadístico nacional.
Pero supongamos que Moreno fuera honesto y capaz, la agresión a un militante de la oposición es suficiente para expulsarlo del gobierno y así sucede en las democracias donde el respeto y la convivencia civilizada entre los que piensan diferente es un requisito indiscutible.
La actitud de la Presidente confirma que sus discursos sobre la calidad institucional han sido hipócritas. Las versiones sobre una reforma constitucional para perpetuarse en el poder deben ser tomadas en serio.
Los proyectos para terminar como pasa en esta provincia con la libertad de expresión abonan las suspicacias y la desconfianza.
Las iniciativas para confiscar Papel Prensa, que le darían al estado el monopolio de la distribución de diarios significaría el fin de la prensa libre como ya está sucediendo en la Venezuela del bufón Chávez y el Ecuador del graduado de Harvard Correa.
Esto ya lo vivimos, incluso el que esto escribe, que recuerda la indignación de su padre cuando fue confiscado por Perón el diario La Prensa, mientras La Nación sobrevivió con papel para publicar solamente ocho páginas y no más de 50 mil ejemplares pues la importación de papel estaba monopolizada por el gobierno.
No cabe duda que los legisladores nacionales por Santiago del Estero, prototipos de serviles a los que cabe el famoso artículo 29 de la Constitución Nacional, estarán con los que quieren terminar con las libertades de los argentinos. Tal vez uno de ellos se subleve. Con el resto no contemos, ya demostraron no tener vergüenza.
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