Dos graves hechos protagonizados por policías que dejan muy parado al jefe de la repartición, Marcelo Pato. |
El subjefe de la oficina, comisario Marcelo Cascio, disparó su arma reglamentaria en cinco ocasiones al jefe, comisario inspector Eduardo Bravo, hiriéndolo en el cuerpo en cuatro oportunidades y en la quinta en la cabeza.
Bravo dejó de existir a poco de arribar al hospital Regional.
Se trató de un verdadero intercambio de disparos en el seno de las oficinas y entre policías, porque resultaron heridos otros cinco efectivos, más el agresor Cascio que fue alcanzado por una bala a la altura del abdomen.
Jefe y subjefe, víctima y victimario, eran dos de los hombres de mayor confianza del jefe de la policía, Marcelo Pato, quien pese a la gravedad de la situación dentro de la institución a su cargo, no apareció ni dio la cara ante la prensa a fin de que se transmitiera a la sociedad lo que realmente ocurrió.
Pasaron las horas y la ciudadanía fue bombardeada con flashes de la televisión, de las radios FM y de los sitios web sin que la autoridad de la institución ensayara un repórter que sacara del asombro y la aflicción a los santiagueños.
Poco antes, pasadas las 10 de ayer, Pato inició la jornada con el pie izquierda, al ser informado sobre la detención de un policía cuando intentaba robar a una mujer. Sus compañeros “buenos” tuvieron que tirotearse con el policía y ladrón, en un hecho que dejó al menos dos heridos de bala.
Dos hechos gravísimos. Uno más doloroso, por la muerte de un jefe policial, mientras el titular de la repartición escondido nadie sabe en qué lugar sin alcanzar la entidad de un gran camarada ni la grandeza de un gran jefe.
Es insólito el comportamiento de Pato, porque debió ser el primero en estar dirigiendo las acciones de auxilio a los heridos y transmitiendo a la ciudadanía los hechos tal como fueron, con datos fehacientes, no sólo porque es un obligación republicana como funcionario público, sino para evitar el rumoreo y la suspicacia de “comentaristas” que dicen cualquier cosa y aumentan el desprestigio del jefe y de su policía.
Lamentablemente, Pato quedó enredado en su propia irresponsabilidad en el manejo de la institución, sin poder dar explicaciones a las autoridades del Ministerio de Gobierno, al jefe de Gabinete y al gobernador de la provincia, sobre los por qué la policía de Santiago del Estero es un caos donde terminan los propios uniformados saldando diferencias personales o cuestiones instituciones a los tiros, mientras otros (frente a la impunidad impuesta por el propio jefe) se dedican a robarle a la gente en la calle, en los ratos libres.
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