El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, se refirió a política, ética y virtud, recordó que “la justicia es el objeto y, por lo tanto, la medida intrínseca de toda política”.
Tras advertir sobre el peligro de “la ceguera ética que puede afectar a la razón práctica y consiguientemente al ejercicio del poder en la tarea de determinar los ordenamientos públicos y procurar el bien común”, consideró que la celebración de un nuevo aniversario patrio es “una buena oportunidad para reconocer cuánto resta por hacer en la Argentina en orden a purificar la razón política y mejorar la calidad institucional de la república”.
El prelado cuestionó que “desde hace años se auspicie una reforma política que todavía se hace esperar”, y aseguró que “el protagonismo de la sociedad civil y la irrupción de nuevos actores sociales y de valiosos dirigentes requieren la apertura de espacios de participación política que lamentablemente quedan obturados por la persistencia de artilugios y camándulas que se exhiben con indiscreción e impunidad”.
“Todo vale para conseguir votos, en la política del marketing los ciudadanos son tratados como meros clientes”, criticó.
Monseñor Aguer sostuvo que “en un régimen republicano digno de ese nombre las elecciones deberían presentarse como un ejercicio normal, transparente, sin demasiados sobresaltos y sin cambios subrepticios de las reglas de juego”, al referirse al tiempo electoral “que se ha precipitado anticipadamente sobre nosotros”, opinó que “están ocurriendo algunas rarezas que rozan los límites de la ilegalidad”.
“Una incalificable concepción de la política se pone de manifiesto en ellas”, lamentó.
El arzobispo señaló que “en este mundo de fricciones que es la política argentina, muchas voces se alzan desde varios años expresando un deseo de verdad, de transparencia, de objetividad. Suele formularse como un llamado a mejorar la calidad institucional y a respetar las característica propias de un régimen republicano de gobierno, tal como lo describe la Constitución Nacional”.
“Esta aspiración propicia -agregó- la vigencia plena y el funcionamiento correcto de las instituciones de la república, libres de las manganetas y corruptelas que las trabucan, y una participación de la sociedad civil que no se limite a un pasivo y desganado ejercicio electoral”.
Monseñor Aguer indicó que “un punto de examen en orden a la medición de calidad es el respeto al principio fundamental del Estado de derecho, que es la división de poderes”, y reconoció que por esto “con toda razón se elevan últimamente críticas que en este punto advierten una falla en nuestra vida institucional”.
“Existe una extendida sospecha acerca de la efectiva independencia de los poderes legislativos y judicial, una sospecha que debería ser rápidamente despejada”, reclamó.
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