Por Carlos La Rosa, diario Los Andes, de Mendoza.
Hugo Moyano, responsable del bloqueo a la planta impresora de Clarín. |
Nadie puede decir que no avisaron. Lo hizo el vocero de la CGT, un tal Altamirano, la semana pasada cuando advirtió que irían a por los diarios si le tocaban las propiedades al jefe. Y lo dijo con todas las letras, aclarando que ellos odian a la prensa canalla tanto como el gobierno pero por otras razones, como que en el periodismo hay demasiados homosexuales. Por eso se la agarraron con González Oro, al que no le dijeron él, sino ella.
Sin embargo, el dicho no iba sólo para González Oro, ya que lo que el homofóbico sindicalista quiso significar es que todos los periodistas son unos p... Munidos de tan preclaras razones, el sábado a la noche marcharon a la guerra poniendo en el frente de batalla a humildes señoras con sus bebés en brazos, por eso de "animémonos y vayan". Y a fin de que los despiadados periodistas no corrieran a las señoras y sus bebés con sus pérfidas y deleznables maniobras, se hicieron acompañar por varios uniformados de la policía oficial con sus respectivos camiones hidrantes (camiones, suponemos, debidamente sindicalizados en el gremio hegemónico) para que las protegieran y así ellas pudieran cumplir en paz y orden el bloqueo encargado.
Previamente, batieron todos los récords en lo que a primicias periodísticas se refiere. En efecto, hasta el sábado a la noche, una primicia periodística era entendida -acá y en el mundo entero- como la que realiza aquel medio que informa antes que nadie una noticia. Pero desde esa noche, primicia pasó a significar "adelantar la noticia antes de que esta ocurra", ya que la agencia oficial comunicó el bloqueo a Clarín y La Nación una hora antes de que este se produjera. Para el libro Guinness.
Durante las 12 horas que duró el bloqueo, Moyano se encargó de aclarar que él nada tenía que ver, pero que "algo habrán hecho" los bloqueados para merecer algo así. Y a fin de quedar bien con el todopoderoso sindicalista, los del gobierno nacional confirmaban en un todo sus palabras. No vaya a ser que se enoje de nuevo con ellos y en vez de hacerle una huelga a Clarín se la intente hacer otra vez a Cristina.
Haciendo honor a su apellido, el ministro Tomada aseguraba que la planta tomada no fue tomada, queriendo el pobre salvarse de los retos que la señora Presidenta le daba, indignadísima ella, pero no con el bloqueo (merecidísimo de cabo a rabo) sino con la repercusión nacional e internacional que estaba teniendo el mismo.
Al fin y al cabo, el problema esencial de la Argentina es un problema de comunicación, donde lo importante no es lo que realmente pasa sino lo que se comunica. El relato, que le dicen. Menos mal que el mal trago ya pronto finalizará porque desde hoy todos los argentinos hablarán de otra cosa.
Es que la Universidad Nacional de La Plata condecorará con la medalla a la libertad de expresión al mejor -de lejos- exponente continental (¿y por qué no mundial?) de la misma: el presidente venezolano Hugo Chávez.
Seguramente, la preclara decana que tuvo tan brillante idea recibirá los beneplácitos del Gobierno nacional y popular, el cual, si continúa profundizando la revolución con tan raudos pasos, en menos que canta un gallo podrá enorgullecerse de haber logrado para el país tanta o más libertad de prensa de la que tiene Venezuela.
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