sábado, 23 de mayo de 2009

¿Bolsa cultura o la cultura a la bolsa?



Por Miguel A. Brevetta Rodríguez

El gasto público constituye una preocupación permanente para quienes tienen la misión de administrar los recursos del país. No en vano se elaboran presupuestos adecuando estratégicamente, desde lo que se dispone o se puede disponer, atento las necesidades que acusa la comunidad en su conjunto.

Pero pocos son los que realizan proyecciones y se adecuan a lo aprobado por la autoridad de aplicación, pues es sabido que casi siempre hay que modificar el presupuesto a causa de algún faltante.

Nuestro país desde hace décadas elabora presupuestos sobre la base y el argumento de las necesidades insatisfechas que angustian a la población. Al momento del cálculo, pesan más las carencias elementales para la subsistencia del individuo que el crecimiento intelectual del conjunto en general.

No se saben las razones a ciencia cierta, del transito permanente de los argentinos sobre la meseta de un porvenir que nunca llega, pero que se dice es que está cerca, claro, por-venir.

Vivimos en Latinoamérica, por ello serían injustas las comparaciones con otros países de distinto continente, por lo que no hace falta internalizarnos en un mundo de ensueños y argumentos mágicos, conociendo a un país vecino como Brasil que no cesa de progresar, ni de asombrar a quienes venimos pregonando que primero nuestra sociedad debe crecer por dentro, para que pueda proyectarse por fuera.

El gobierno de Lula da Silva, a través del ministro de Cultura de Brasil, Juca Ferreira, anunció que dará una asignación mensual de 50 reales (82 pesos) a 12 millones de trabajadores pobres del país para que la gasten exclusivamente en actos culturales

En la mitad de la crisis económica, el gobierno de Brasil arremete con esta ofensiva artística que implicará un gasto gubernamental de 600 millones de reales (987 millones de pesos). Lula ha dicho que la crisis es una gripe que no lo dejará postrado en la cama.

El Presidente entonces se puso de pie y ordenó a su ministro, sucesor de Gilberto Gil, el notable músico, regalar cultura a la clase obrera. Juca Ferreira hizo este anuncio con frases elocuentes: “Existe un apartheid cultural en este país donde muy pocos tienen acceso a la cultura”.

Pormenorizados estudios sobre el comportamiento comunitario y la designación de notorios especialistas en los temas de cultura y educación son quienes fijan las pautas de las verdaderas necesidades de la sociedad.

En los países serios se descarta el “amiguismo” de los ámbitos de la función publica, en donde deben necesariamente cohabitar quienes se encuentran capacitados para dar verdaderas respuestas a quienes integran los cuadros de la escala social, lamentablemente nuestro país está lejos de este tipo de emprendimientos, ya que se encuentra abocado en conseguir la formula que los lleve a la perpetuación en el poder.

El proyecto Lula, denominado “bolsa cultura” tiene, por la originalidad y el buen acierto, un notable significado para quienes trabajan por el engrandecimiento cultural de ese país, que se pone en la vanguardia de las políticas culturales del continente y con mayor fortuna, si se tiene en cuenta la ley sobre los incentivos fiscales a las inversiones culturales.

En nuestra provincia, Santiago del Estero, como lo tenemos dicho, por ser la primera fundadora de provincias, debieran sobresalir los emprendimientos de este tipo en atención a sus antecedentes histórico-culturales que son orgullo de los santiagueños, pero a juzgar por la pasividad de los organismos del área, a merito de lo exiguo que se realiza, estamos lejos de poder materializar estos emprendimientos que constituyen verdaderas revoluciones en la materia.

¿Qué se puede esperar de una dependencia como la subsecretaría de Cultura -o la propia dirección-, que ni siquiera cuenta con un plan cultural al efecto, que le sirva de guía, para el desarrollo de su gestión?

¿Cómo es posible que no se conozcan políticas de proyección a corto o mediano plazo que centralicen un objetivo a cumplimentar?

Sin duda que la conducción que se viene ejerciendo mediante la política de la improvisación trae aparejado resultados estériles, que ni siquiera le sirven a la estadística, como dato cierto de lo que se pudo haber hecho.

La “bolsa cultura” de los brasileños no llega a conformar ni un gesto de aprobación a quienes practican el ejercicio del mal gusto, que es lo mismo que introducir a nuestro acervo cultural dentro de una miserable bolsa…

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