Por Juan del Campo
La anunciada derrota en casi todo el país y la reciente acefalía en el Partido Justicialista en el orden nacional, viene a reavivar un tema muy profundo en la historia de los argentinos. Hoy resulta que el partido político más grande -en cantidad de afiliados- de América Latina deambula como barco fantasma, ante un electorado que lo mira indiferente desde la arena política.
Con la lógica y esperada renuncia de Néstor Kirchner, tras conocerse los números obtenidos por el candidato de Unión PRO, Francisco De Narváez, el mar de fondo comenzó a hacerse escuchar en las huestes del justicialismo. De nada sirve el traspaso sucesorio de la conducción en manos de Daniel Scioli, desde que la mística conocida reside precisamente en las causas que llevaron a la renuncia al candidato perdedor. En el peronismo es sabido que el que pierde se va y Scioli es también el gran perdedor, desde que aceptó -tapándose la nariz, el engendro de las candidaturas testimoniales.
Más de uno consideró que los resultados del domingo fueron “un castigo” de la población hacia la actitud hostil de un Néstor Kirchner envanecido, tal vez por ello le puso fin a una forma de actuar en política que se espera no vuelva a repetirse por el bien todos.
Era sabido que, de inmediato, Alberto Rodríguez Saá, -quien no oculta sus aspiraciones a nivel nacional- saldría a pedir rendición de cuentas. El puntano viene trabajando desde hace varios meses en el armado de un frente interno anti-kirchnerista para discutir el poder dentro del PJ. Además, no debe olvidarse que en este momento está de regreso Eduardo Duhalde de su periplo por Europa, quien aspita también a recobrar lo que alguna vez fue suyo y perdió por ser confiado.
En Santiago del Estero, que alguna vez fue llamada la capital del peronismo, soplan los mismos vientos contrarios que en todo el mapa justicialista. Nadie entiende las razones por las que desde el alejamiento de la vida política de Carlos Arturo Juárez, el distrito local se encuentra intervenido y por su sede pasaron numerosos e ignotos dirigentes de tercera línea con el título de interventores, que no hicieron más que contribuir a la fractura de un partido que en muy contadas ocasiones conoció la derrota en las urnas.
¿Dónde están los dirigentes peronistas? Sólo se escuchan lamentos puertas afuera de la sede partidaria sin que ningún candidato realice gestión alguna para conseguir elecciones internas que pongan fin a tanta incertidumbre. La falta de conocimiento en la materia o el desconocimiento del Derecho Electoral mantienen paralizada a la dirigencia del peronismo en la provincia.
Todos esperan que como por arte de magia arribe una conducción imparcial a dirigir el destino del partido por la senda del triunfo electoral. Pero los milagros parecen hacerse esperar por estas tierras, pues nadie está pidiendo la normalidad del partido ni política ni judicialmente, que sería una manera más adecuada para poner fin al desconcierto.
Por ahora las desventuras del Partido Justicialista se escuchan como letanías, vacías de contenido, y no es aventurado arriesgar que en cualquier momento se presente algún “pícaro” venido de otra parte y, ante la mirada de los que antes daban la vida por Perón, les haga “pito catalán” y se quede con el aparato... "con marchita y todo".
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