jueves, 2 de julio de 2009

Regresó el bipartidismo


Por Roberto Azaretto

La victoria del Acuerdo Cívico en todo el país al obtener dos puntos más que el kirchnerismo, reestablece el bipartidismo en la Argentina y, por tanto, el equilibrio político al terminar con el viejo mal del hegemonismo que tanto ha perjudicado al país en varias etapas de su historia.

La Argentina no quiso ser Venezuela

El pueblo argentino, cada tanto, demuestra que la tradición republicana tiene raíces profundas que nos viene desde los tiempos fundacionales del territorio que terminó conformando la Nación Argentina, y creando un Estado que fue poderoso y exitoso al punto de convertir, en una sola generación, a un desierto en el país que asombró al mundo en el primer Centenario.

El país que desde hace setenta años nos empeñamos en destruir como lo muestra el desprestigio internacional, el fracaso educacional y la pobreza estructural.

La decadencia ha sido tan grande que nos acercamos a aprendices de dictadores como Chávez, típico personaje grotesco del Caribe, o a Correa en Ecuador. Pero n somos Nicaragua ni Honduras.

Por ello, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la provincia de Buenos Aires, en Santa Fé, en Córdoba y en Mendoza, que concentran gracias al trabajo productivo de sus habitantes el 85 % del PBI nacional y casi la totalidad de las exportaciones. También estos estados exponen el mayor nivel educativo y a los hombres y mujeres de ciencia, así como a los políticos que integran listas de lujo.

Será por ello que los representantes del kirchnerismo tuvieron en contra al 88 % de los porteños, al 68 % de los bonaerenses, al 90 % de los santafesinos, al 90 % de los cordobeses y al 73 % de los mendocinos.

A esto se agrega las victorias en Entre Ríos, Corrientes (donde fue una interna entre sectores radicales), Santa Cruz o las minorías caudalosas del Chaco y la sorpresa de Formosa.

La derrota de Jorge Busti (Entre Ríos) y el tercer puesto de Juan Schiaretti (Córdoba), muestran que Néstor Kirchner ha llevado al Justicialismo a una capitulación peor que la sufrida en 1983, cuando los responsables de la debacle del isabelismo postularon a Ítalo Luder a la Presidencia.

La ciudadanía ha rechazado a los levanta manos, a los adulones, a los que se callan ante la corrupción o fueron cómplices del enfrentamiento con el campo, que fue la confrontación con el país profundo y eficiente de algunas provincias argentinas que financian con sus impuestos a las minorías feudales que aún sobreviven en el Norte.
Néstor Kirchner es el responsable de la derrota, pero también lo son los políticos sumisos incapaces de advertirle, de decirle la verdad y de tratar de corregir el rumbo.

Ahora ha renunciado a la conducción del justicialismo. Ya fue, nunca comprendió al país, no lo conoció y menos entendió la complejidad de su sociedad en la parte desarrollada. Claro, no venía de una provincia, venía de un campamento petrolero que se provincializó hace medio siglo.

El plebiscito

Los Kirchner dijeron que se plebiscitaba su gestión. Que era el modelo o el caos. (Ese modelo, dijeron, que hasta Barack Obama imitaba. El 70 % le dijo que no al hegemonismo y al supuesto modelo. De cada diez votantes, siete votaron
en contra del kirchnerismo.

En las llanuras bonaerenses salieron terceros bien lejos. En casi la totalidad de los pueblos y ciudades del interior de la provincia sacaron menos de 17 puntos. El triunfo era para Francisco De Narváez o para Margarita Stolbizer.

Perdieron en el primer y segundo cordones del conurbano, donde hay más pobres que en todo el Norte Argentino. No lograron pasar del 42 %, salvo en un par de municipios. No sirvieron ni la plata ni las bicicletas ni las obras públicas.

La Presidenta no entiende

Con dejante derrota, en cualquier país normal, el gabinete renuncia. Se busca consensos, acuerdos en políticas de Estado, y aire fresco. En cambio, en vez de gobernar, Cristina Fernández de Kirchner actúa como analista, se pone a comparar la pérdida de votos de Mauricio Macri, y apenas concede un empate con el Acuerdo Cívico. Además, sigue retando a los periodistas. Es patética. No se da cuenta que cuanto más habla, más se le nota sus baches culturales.

La única verdad es la realidad, y la realidad es que los Kirchner llevaron al peronismo a la peor derrota de su historia; más grave que la de 1983. Pagaron el precio por violar la ley sobre la fecha de los comicios, con las candidaturas testimoniales, con la corrupción más grave de la historia, con el agravio a las clases productoras, y con los subsidios y prebendas a los amigos del poder.

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