Editorial de La Nación, de Buenos Aires.
Las absurdas trabas para intentar frenar la compra de dólares confirman que el gobierno ataca el síntoma y no el problema. |
Una vez más, como antes, se ataca el síntoma y no el problema, porque la adquisición de moneda norteamericana expresa ni más ni menos que la poca confianza en la moneda local. Y las nuevas medidas dispuestas por el gobierno no sólo no atacan el fondo del problema, sino que a todas luces se manifiestan como improvisaciones o manotazos desesperados.
Como es sabido, por disposición de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), ahora los bancos y casas de cambio deben pedir a este organismo la correspondiente autorización cuando alguien quiera comprar divisas. Además, el potencial comprador no sólo debe presentar su DNI y una constancia de su Cuit o Cuil, sino también declarar para qué necesita la moneda extranjera. La última palabra la tendrá la Afip.
Como puede advertirse, se trata de una traba que busca desalentar a los compradores improvisando un tosco torniquete que contenga la constante salida de dólares del Banco Central, que algunos días de la semana pasada rozó los 200 millones diarios.
Argumentos falaces
Junto con el fracaso -puesto que tanto ayer como el lunes el Banco Central se vio obligado a seguir desprendiéndose de sus reservas-, se pone también de manifiesto el infantilismo de los falaces argumentos del gobierno cuando, por ejemplo, el ministro de Economía, Amado Boudou, culpó al mensajero -la prensa independiente- y no a la realidad que obliga a tantos a recurrir al dólar debido a la creciente inflación.
El fracaso de la medida oficial viene a coronar una larga y preocupante lista de fracasos anteriores. Por ejemplo, la semana última las autoridades habían sacado a la calle inspectores junto con gendarmes y prefectos, y se había multiplicado la cantidad de agentes de la AFIP, la Unidad de Información Financiera (UIF), el Banco Central y la Comisión Nacional de Valores (CNV), en operativos de fiscalización de movimientos no sólo cambiarios, sino también bancarios, con resultados más que dudosos.
Con este inmoderado despliegue, las autoridades, en lugar de ahuyentar a los compradores de dólares, generaron el efecto inverso.
Retrocediendo en el tiempo en esta triste nómina de inútiles improvisaciones, nos encontramos con los falsos índices de inflación que, por orden del Gobierno y con el control directo del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, comenzó a elaborar el Indec una vez que el fenómeno de la inflación comenzó a instalarse de nuevo en la Argentina.
La ciega voluntad de no querer reconocer el constante aumento de los precios fue una de las razones por las que la gente buscó refugio en el dólar al considerar que éste, respecto del peso, se encuentra subvaluado.
La confianza en nuestra moneda no se recuperará con recursos que, al contrario, aumentan la desconfianza, pues no hacen más que transparentar el temor del gobierno. Realmente, estamos en problemas si cada comprador debe explicar en qué empleará las divisas.
Además, mal puede tratar de bloquear la compra de dólares un régimen en el que el ex presidente Néstor Kirchner depositó en el exterior entre 600 y 1000 millones de dólares de la provincia de Santa Cruz, para luego, años después, comprar en una sola jornada dos millones de dólares y disponer, con su esposa, la Presidenta, de cuantiosos depósitos bancarios en dólares, como lo prueban sus declaraciones de bienes. Por eso, además de la improvisación y el fracaso, a las nuevas medidas las caracteriza la hipocresía.
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