viernes, 8 de mayo de 2009

Las listas testimoniales



Por Gerardo Monedert


Lisandro de la Torre decía que “molesta más la impunidad que la corrupción”, calidad intrínseca que posee el hombre por realizar actos reñidos con la ética, la ley y la moral, agravados por la justificación de la corrupción ajena para argumentar la propia. Carecemos de un orden justo y sin oprimidos para que nuestra libertad pueda ser vivida en sociedad.


Hoy, sólo existe tiranía en los gobernantes, sumisión en los funcionarios, co-gobierno de poderes, desconcierto y fastidio en la ciudadanía, mucho más cerca de la apostasía que de la participación popular, y falta de justicia por no encontrar la verdad común. Se buscan los artilugios en los vacíos legales para imponer el absurdo y la farsa, en la creencia de que todo lo que no está reglamentado está permitido.


Desde el punto de vista legal no hay nada que prohíba las “listas testimoniales”, pero considero que es un total manoseo a la voluntad popular y a las instituciones republicanas. Estas “listas testimoniales” son una práctica política que, en la Argentina, se realiza desde hace varios años respeto a la duración de los mandatos, actualmente agravada por el cinismo de que el candidato diga que no va asumir al cargo para el que se postula. Es la ignorancia explotada sin ningún escrúpulo, de creer que el “quijote testimonial”, aunque no asuma, representa una justa causa.


La historia de estas conductas no es nueva. Fernando de la Rúa no terminó su mandato como diputado, en 1991, porque al año siguiente fue candidato a senador por la Capital Federal. Venció a Avelino Porto, pero tampoco culminó su mandato porque en 1996 compitió por la Jefatura de la Ciudad de Buenos Aires, cargo al que accedió tras vencer a Jorge Domínguez y que debió abandonar anticipadamente para asumir como Presidente de la Nación. Sergio Massa, en flagrante inconstitucionalidad, no renunció a su cargo de intendente de Tigre para ocupar el cargo de jefe de Gabinete. Ahora es el turno de Daniel Scioli, algunos intendentes, más otros que deberán demostrar obediencia debida.


En Santa Fe, Binner renunció a su mandato de diputado nacional para ser gobernador. Actitud similar fue la de Carlos Reutemann, quien renunció en 1999 como senador nacional para ocupar la primera magistratura en el período 1999-2003. El exceso y la despreocupación por la ética también instalaron un nepotismo cínico y desenfrenado.


Los miembros de la familia Kirchner son excelsos practicantes.Santa Cruz puede dar fe. Cuerpos colegiados de provincias y municipios, también. Cristina Kirchner fue diputada provincial en Santa Cruz en 1989; en 1993, fue reelecta; en 1994, fue convencional constituyente; en 1995, diputada provincial reelecta, renunció para asumir como senadora nacional; 1995-1997, senadora nacional por Santa Cruz, renunció para asumir como diputada; 1997-2001, diputada nacional; 1998, convencional provincial constituyente en Santa Cruz; 2001-2005, senadora nacional por Santa Cruz; 2005-2007, senadora nacional por Buenos Aires, renunció a su cargo para asumir la Presidencia. En 20 años, fue candidata 10 veces. Una vez cada dos años.


Alicia Kirchner fue responsable de Desarrollo Social en la intendencia santacruceña, la gobernación y la Nación; candidata a intendente de Río Gallegos en 1995 y a senadora nacional, cargo que ocupó por ocho meses. En 1997, Julio De Vido encabezó la lista de diputados provinciales; ganó pero no asumió ya que prosiguió como ministro de Obras Públicas provincial.


En la reforma constitucional de 1994 y 1995, Néstor Kirchner habilitó la reelección de gobernador, eliminó la cláusula de consanguinidad que impedía nombrar a familiares en los cargos ejecutivos, amplió de tres a cinco los miembros del Tribunal Superior, eliminó la figura del procurador y se quedó con mayoría propia en la Corte y, ante una oposición afásica, introdujo el artículo 80 que funcionó como puerta a la reelección indefinida.


El juez Raúl Zaffaroni dijo entonces en Río Gallegos: “Llamar a una consulta para reformar la Constitución es utilizar los mecanismos de la democracia plebiscitaria a fin de establecer una relación tramposa entre el líder y el electorado, a la manera del nazismo”. Existe Dios y existe el diablo; algunos políticos recurren al segundo, que siempre está dispuesto a comprar almas en remate.

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