Por Roberto Azaretto
El gobierno nacional trató, a partir del triunfo en las legislativas del 2005, de adormecer el debate político. Esa elección marca un antes y un después en la trayectoria de las gestiones K, pues a partir del contundente triunfo en la provincia de Buenos Aires, se abandonó el proyecto inicial de mayor calidad institucional, de modernización del país, del fin de la impunidad, la mejora en la distribución de la riqueza y la consolidación de un país normal.
El cambio del proyecto nos lleva a la Argentina crispada de hoy, resultado de la mentalidad monárquica del matrimonio que co-preside el país. Hoy, se refleja en este presente de recesión con inflación, índices de desigualdad social peores que los del año 1998, con una pobreza estructural propia de los países latinoamericanos que nunca se tuvo, con un Estado impotente e incapaz de mejorar la educación y asegurar la salud publica. A todo ello se agregan los problemas de inseguridad con la aparición de las mafias de la droga, el tráfico de personas, los delitos complejos y los jueces dependientes.
Sin embargo, ni en Buenos Aires ni en muchas provincias han podido terminar con el debate político. Suprimido de los canales de aire, lograron que los canales de cable superen en audiencia a los de aire en determinados programas con contenidos políticos. Los grandes diarios siguen abiertos, tanto en el orden nacional como en Córdoba, Tucumán, Santa Fe, Mendoza, Catamarca, casi en todo el país con excepción de Santa Cruz y Santiago del Estero.
Aquí, en nuestra provincia, se ha impuesto una censura tremenda y la gente tiene miedo. En cualquier lado los chóferes de taxis o remisses hablan del gobierno, generalmente en contra. Aquí, se quedan callados. Eso es miedo.
Tenemos mucho para debatir. Un gobierno que al igual que el de la Nación vive haciendo anuncios de obras que no concreta, da para el debate. Que en esta provincia se haya invertido en el plan de obras ejecutado solamente el 10% del monto total en obras de agua, merece un debate. Como lo merece el caso del empleado de la dirección de Rentas, Raúl Domínguez, torturado y asesinado, o los muertos en la Cárcel Pública de Varones, o la carterización de la obra pública en manos de cinco o seis firmas que cobran precios vergonzosos por emprendimientos mal hechos, el incremento de la pobreza, la falta de calidad educacional, el ocultamiento de enfermedades como el dengue, la tuberculosis, el incremento del cáncer y las enfermedades venéreas. La corrupción que está a la vista de todos como la falta de estilo y la desvergüenza con que muestran los bienes mal habidos.
No se animan al debate: No se animan a la libertad, pero la democracia republicana llegará a la provincia. No le pueden cerrar con llave. Pueden leer, como lo hacen los emails, los fax o escuchar los teléfonos; pero no todos tienen miedo. No pueden impedir a los grandes diarios que digan la verdad.
Tampoco pueden impedir que sitios de Internet divulguen el fracaso de los diputados oficialistas que nunca hablan y votan contra los intereses de la provincia, porque esta oligarquía falaz y descreída, como diría Irigoyen, defiende solamente los intereses de la camarilla gobernante y sus cómplices que usufructuan los fondos federales, que financian el 90 % del presupuesto provincial y municipal, no dejando más que migajas para las mayorías y los más necesitados, a los que se debería asegurar salud y educación para vencer la pobreza estructural.
Antes que nada libertad. La libertad nos lleva al debate. Del debate salen los consensos que aseguren la gobernabilidad y los proyectos a largo plazo para modificar una realidad de sumisión y pobreza que lleva demasiado tiempo en esta provincia, la que merece un porvenir mejor.
La calidad institucional es requisito previo y necesario para encarar el desarrollo provincial.
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