Por Deyes Sosa
El impresentable secretario general de CGT, Hugo Moyano, al que tenemos que soportar estoicamente los argentinos, opinó que "todo el mundo tiene los teléfonos pinchados", como una manera de minimizar la denuncia del ex jefe de gabinete Alberto Fernández, de que era escuchado en sus conversaciones privadas.
"Yo creo que todo el mundo tiene los teléfonos pinchados; todo el mundo desconfía, pero no es desde ahora: es de toda la historia", dijo Moyano, sin ponerse colorado en medio de una rueda de prensa justamente en la Casa Rosada, desde donde se supone se controlan las escuchas.
El millonario sindicalista que aspira a ser Presidente de la Nación no le dio mayor importancia a ese tipo de violación a la intimidad, condenada por la Constitución y fehacientemente comprobada, como una práctica malsana que no solamente se la practica en la capital del poder, sino en todas las provincia del país.
Mientras, en Santiago del Estero, el ministro de Justicia y Derechos Humanos (¿?) Ricardo Daives continúa controlando a propios y extraños con sofisticados aparatos de escuchas telefónicas que realizan una tarea de inteligencia propia de los avezados servicios informativos que se conocen en el mundo.
La paranoia-Daives es la que se utilizó para controlar al ex intendente Julio Alegre y conocer sus tejes y manejes en la comuna capitalina. Se comenta que mediante esas prácticas de vigilancia inconstitucional llegó a enterarse de situaciones muy pesadas que comprometen al primer mandatario y a varios ministros. ¿Será por eso que aún no prescindieron de sus servicios, atento a la pésima gestión realizada por más de 5 años?
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