Por Nidia G. Osimani.
El gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, junto a la presidenta Cristina Fernández. |
La información que el representante del FMI en nuestro país, Robert Rennhack, remitiera al director del Hemisferio Occidental Nicolás Eyzaguirre, expone la desconfianza generalizada en la Argentina con relación a los índices oficiales en materia inflacionaria.
Las conclusiones a las que llegaron los técnicos del mencionado organismo internacional en clara función de auditores (mas allá de la versión oficial de una mera “colaboración” en la elaboración de un nuevo índice que unificara criterios entre Nación y provincias) es que la actual gestión del Indec falsifica la inflación real subvaluando los precios de bienes y servicios, lo cual demuestra una vez más, que el tan mentado crecimiento de la economía que tanto viene pregonando el gobierno desde hace años, es una falacia absoluta.
Asimismo, independientemente de que es imposible acceder a los documentos confidenciales que bajo siete llaves guardan los funcionarios puestos a dedo por el secretario de Comercio Guillermo Moreno, es evidente que el problema es una combinación entre metodología ad hoc y adulteración.
Más allá del enorme perjuicio que ha hecho al país falsificar los índices oficiales, el presupuesto nacional proyectado en menos para luego simular superávit fiscal, hablar de incremento de las reservas del BCRA tomando pasivos como activos y no emitiendo información clave, maquillar la contabilidad nacional, etc., este informe lapidario del FMI alerta a los acreedores de la deuda externa, quienes además es probable que quieran impulsar juicios contra la Argentina por haber sido engañados.
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