Por Rogelio Alaniz (Diario El Litoral, de Santa Fé).
El joven muerto en Villa Soldati; la cuarta víctima de la guerra entre los pobres. |
Mientras tanto, a las clases dirigentes -porteña y nacional- no se les ocurre nada mejor que pelearse entre ellos. Menudean los reproches y las imputaciones mientras los pobres se matan. Abundan las exageraciones, las prejuicios presentados como sabios aforismos y las miserabilidades políticas de quienes a derecha e izquierda pretenden obtener beneficios de la tragedia social.
El otro día en el “correo de lectores” de un diario de Buenos Aires se reproducía una nota publicada en 1994 en la que se anunciaba la creación de un parque Indoamericano en Villa Soldati. Allí se explicaba que en pocos meses estarían construidas piletas de natación, canchas de fútbol y de básquet, guarderías y bibliotecas. Pasaron dieciséis años, y como todos hemos podido apreciar en estos días, el parque es en realidad un vulgar descampado, un salvaje potrero, un enorme baldío tentador y peligroso.
La pregunta a hacerse es la siguiente: ¿qué hicieron o dejaron de hacer durante todos estos años los diferentes gobiernos?. Ahora es muy fácil echarle la culpa a los inmigrantes, a los pobres, al delito organizado o al narcotráfico, pero mientras tanto, cuando hubo que hacer algo, lo que se impuso fue la desidia, el clientelismo. Previsible: es mas fácil repartir limosnas que organizar instituciones; es más fácil y más rentable.
El ejemplo es ilustrativo. Lo que hoy estalló en Villa Soldati empezó hace varios años. Hubo señales, síntomas, advertencias, pero nadie le dio importancia, a nadie se le ocurrió anticiparse a los hechos. El Estado está ausente hoy, pero también lo estuvo ayer y, como se presentan las cosas, es muy probable que en el futuro inmediato siga ausente.
No es novedad que la concentración urbana en Buenos Aires transforma en inmanejables los conflictos sociales. Buenos Aires y su entorno suman una población de trece millones de habitantes. Esta realidad es ingobernable. En Buenos Aires, México o San Pablo. La ineficiencia y la corrupción de la clase dirigente hacen el resto. Como dijera Alberdi, la responsabilidad no está abajo, está arriba.
Después vienen los lamentos. Macri no miente del todo cuando dice que Buenos Aires no pude hacerse cargo del hambre de América latina; el gobierno nacional no falta a la verdad cuando le imputa al gobierno porteño no haberse ocupado de los pobres. En ese contexto se reproducen todas las patologías políticas y sociales.
Lo que estalló en Villa Soldati empezó hace varios años. Hubo señales, advertencias, pero nadie les dio importancia, a nadie se le ocurrió anticiparse a los hechos.
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