Editorial de La Nación, de Buenos Aires.
Tras los comicios de Santa Fe, el oficialismo nacional exhibió una vez más su patética incapacidad para asumir sus fracasos. |
En ese proceso electoral, el candidato del kirchnerismo, Agustín Rossi, obtuvo sólo el 22,2 por ciento de los sufragios, y ocupó un opaco e inesperado tercer lugar, muy lejos del gobernador electo Antonio Bonfatti, del Frente Progresista Cívico y Social, que alcanzó el 38,7% de los votos, y del candidato de Unión Pro Federal, Miguel Del Sel, que tuvo el 35,2% de adhesión ciudadana.
A pesar del contundente resultado adverso, el oficialismo actuó como nos tiene acostumbrados. Lejos de asumir errores y de revisar sus conductas, actitudes o discursos incendiarios, lanzó su clásico operativo mediático tendiente a relativizar los contundentes números en su contra. Se sucedieron así los dichos de los más altos funcionarios del gobierno nacional, sin un atisbo de autocrítica y procurando minimizar su influencia en el ámbito nacional. Cada miembro del Gabinete o secretario del Estado Nacional se comportó como si fuera un jefe de campaña del Frente para la Victoria en lugar de actuar a la altura de un funcionario que representa a todos los argentinos.
Tanto el ministro del Interior, Florencio Randazzo, como el ministro de Economía y candidato a vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, intentaron minimizar el impacto de la política nacional en el resultado electoral de Santa Fe, al que caracterizaron exclusivamente como el fruto de una elección local.
¿Perdió Binner?
Más aún, distintos funcionarios buscaron mostrar al gobernador Hermes Binner, como el gran derrotado, en lugar de ensayar una autocrítica por el magro desempeño electoral del kirchnerismo. Randazzo señaló que “Binner fue el que más perdió”, y el secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina, insistió en que “el único voto castigo fue al oficialismo de Binner-Bonfatti”. El retroceso del justicialismo en Santa Fe, que pasó del 50 por ciento de los votos en 2003 al 37 en 2007 y al 22 actual no mereció comentario alguno de los funcionarios.
La muestra más acabada del fracaso electoral del kirchnerismo fue que Rossi, su candidato y jefe del bloque de diputados de la Cámara baja, debió afrontar en soledad el resultado de la elección en su búnker de campaña instalado en Rosario.
La presidenta de la Nación guardó el silencio habitual cada vez que los votos cuestionan la fortaleza de su modelo de país, a pesar de haberse involucrado personalmente en la campaña, compartiendo escenario con su fiel legislador y candidato, criticando al actual gobernador y prometiendo obras públicas para la provincia.
La costumbre presidencial es hacer suyos los triunfos y despegarse rápidamente de las derrotas, desparramando culpas afuera e incluso entre los suyos.
Al igual que cuando, tras los comicios porteños del 10 de julio, Daniel Filmus hizo un discurso triunfalista pese a la dura derrota sufrida, hoy la sociedad observa absorta el nuevo intento por manipular el incontrastable veredicto de las urnas de Santa Fe.
Asumir los reveses con hidalguía es el primer paso para avanzar en la solución de aquellas falencias y errores que alejan a nuestros representantes de la adhesión de los votantes.
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