Por Silvia Mercado
José Luis Gioja se vio con Néstor Kirchner en Olivos el lunes por la noche. No fue a pedirle fondos para San Juan, su provincia, sino a cumplir un mandato decidido con el grupo de gobernadores peronistas, la mesa del poder permanente del peronismo que se activa automáticamente en momentos de crisis desde el 10 de diciembre de 1983, que por cierto viene ajetreada en los últimos tiempos.
Pero no demos vueltas. Gioja le pidió a Néstor Kirchner que renuncie a la presidencia del Partido Justicialista nacional, a cambio de lealtad permanente. Así. Clarito.
Invocó razones de supervivencia del conjunto: que si no ganan cómodamente en sus respectivas provincias poco podrán hacer por el futuro de los K; que aún provincias que estaban aseguradas, como el caso de Tucumán, Jujuy, Salta y Chaco están siendo acorraladas por la oposición en cualquier encuesta seria; que la única salida sustentable es que cada gobernador decida el mejor armado para su provincia y aparezcan en los distritos opciones ultra kirchneristas que faciliten la polarización con el peronismo gobernante; que si no está la opción ultra K para polarizar con el oficialismo peronista, las oposiciones de cada distrito polarizarán con los gobernadores peronistas y entonces ganarán, o estarán cerca de ganar, y los gobernadores perderán el control de las cámaras.
Por si no quedó claro: Gioja le pidió a Kirchner que dé un paso al costado del PJ nacional, que se concentre en el PJ bonaerense, que garantice entonces la ajustada victoria a nivel nacional.
Sólo así, dijo Gioja, habrá futuro para todos. Así fue que Kirchner se anotició que está en verdaderos problemas, y que todo intento por seguir tapando el tsunami que se le viene tiene cada vez menos chances.
Prometió pensarlo. Sabe que el margen de maniobra es cada vez más estrecho. Y si bien nadie descarta que siga apostando al caos, en el poder permanente del peronismo están hoy más convencidos de que podrán encontrar una salida al laberinto en el que Néstor hizo entrar a todo el peronismo, evitando la derrota del 28 de junio. Incluso, hay fuentes que dan otras precisiones.
A saber, que los gobernadores liderados por Gioja le ofrezcan a Roberto Lavagna de nuevo el Ministerio de Economía, para racionalizar las variables, generar un nuevo piso de credibilidad y garantizar la transición hacia las próximas elecciones presidenciales. La imaginación, claro, no tiene límites. Poco conoce a Lavagna quien supone que el ex ministro tomará el hierro caliente de la fenomenal crisis que dejará Kirchner por errores autoinfligidos.
A muchos todavía no les cayó la ficha de que Lavagna tenía las variables económicas sinceradas cuando se hizo cargo del Ministerio de Economía con Eduardo Duhalde, y el campo y su agroindustria desplegando sus ventajas competitivas en un escenario inédito de altos precios internacionales.
Nada de eso sucede ahora. Pero siempre se encontrará quien tenga una cuenta pendiente con la historia y busque redimirse en un presente sembrado de espinas. Tal vez ahora le toque al radicalismo ponerle el cuerpo a los dislates nacionales.
Se los notaba con ganas cuando las bases cantaban eufóricas “volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser gobierno, como el 83”, con el cuerpo todavía caliente de Raúl Alfonsín. Quizás tengan tantas ganas que acepten no esperar a probar suerte en el 2011.
Pero, en fin. Está claro que no dependerá sólo de ellos. Antes, Néstor Kirchner tendrá que tomar la decisión de si quiere seguir adelante hasta las elecciones presidenciales. De qué modo. Y con quién.
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