martes, 7 de abril de 2009

Las teorías conspirativas de la historia y el aborto



Juan Manuel Aragón (De la revista El punto y la coma)

En un momento dado, sin que nadie lo haya buscado, vuelven a tomar aire las teorías conspirativas de la historia, esas que sostienen que las cosas no suceden porque sí, sino porque hay voluntades más fuertes que tienen el hilo de los acontecimientos y tiran de él cada vez que lo necesitan. Pareciera que hay quienes están interesados en fomentar que los diarios hablen de crímenes, violaciones, robos y muertes que suceden en la calle. 

También hay interesados en mostrar que el aborto es una decisión que involucra solamente a la mujer que lo practica y por lo tanto no es delito.

Como si una mano prodigiosa mezclara las cartas, otros pretenden que el aborto funciona como un disuasivo del crimen. Esta teoría dice que  a mayor cantidad de abortos actuales, menos crímenes en el futuro. 

Así como lo oye, amigo. Esta gente argumenta que la decisión de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, en 1973, en el caso Roe versus Wade, que invalidó todas las leyes estatales que restringían el acceso a un aborto durante el primer trimestre de embarazo, contribuyó a que dos décadas después disminuyeran drásticamente los crímenes en ese país. Como se sabe, en la práctica, esa decisión judicial legalizó el aborto en los Estados Unidos.

El autor de la teoría es el economista Steven Levitt, quien “escribe bien, enseña bien y es muy respetado por sus pares”, según una nota que firmó Florencio Sánchez en El Economista, en abril del 2005.
 
Allí se lee que esta decisión explica en buena medida la disminución del crimen. La teoría se basa en dos premisas, los hijos no deseados corren mayores riesgos con relación al crimen, y la legalización del aborto reduce el número de hijos no deseados. 

Agrega el articulista: “Las investigaciones de Levitt muestran que aquellos estados que permitieron el aborto tres años antes que Roe versus Wade experimentaron una disminución en el crimen antes que el resto de la Nación”.

Dicho en buen romance, si abortan todas las mujeres que tienen un hijo no deseado, dentro de veinte años habrá menos delincuentes por las calles.

Los partidarios de las teorías naturalistas de la historia dirán que es una casualidad que justo en este momento haya gente que promueva penas más duras para los delincuentes callejeros al lado de otra que pretende que las mujeres aborten impunemente, como una forma de terminar con la pobreza. Para que se pongan de acuerdo, quizás solo falte que en una manifestación cualquiera, se hallen frente a frente a frente los unos y los otros.

Esta teoría choca, como muchas, con la realidad. Porque en los países del sur pobre a veces mata más un señor con una lapicera en la mano que cualquier banda de delincuentes armados hasta los dientes. En estos casos, nadie imagina que un partidario del aborto diga, “mira, allá va una embarazada, cuyo hijo cuando sea grande es muy probable que sea funcionario y luego se venda por unas monedas o haga desaparecer el dinero que le confiaron para comprar remedios o venda su voto como legislador a quien le pague más, vamos a convencerla de que aborte”.

Si se comprende que lo que la noticia trae como “hijos no deseados”, es un eufemismo que esconde que en realidad serán “hijos de madres solteras, pobres, embarazadas sin saber de qué se trataba el acto sexual, de poca instrucción y con pocas posibilidades de conseguir un trabajo digno y menos en ese estado”, entonces se tiene noción de la enormidad de lo que propone ese Levitt, cuyas ideas –aunque muchos no lo crean- se están propagando con muchísima rapidez, en los últimos tiempos por estos pagos.

Sería la legalización de la pena de muerte por anticipado. Algo así como “matemos al ladrón de carteras mientras podamos, cuando sea grande, será más difícil”.

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