Por Ricardo Roa (rroa@clarin.com)
Robaron del Museo de la Casa Rosada la banda y el bastón presidencial de Arturo Frondizi. Los símbolos de mando de un presidente elegido por la gente que sufrió en apenas cuatro años de gobierno el récord de 26 asonadas militares y seis intentos de golpe hasta que cayó finalmente derrocado
.
Antes habían desaparecido del mismo sitio un reloj de Nicolás Avellaneda, otro de Agustín P. Justo y una lapicera de Roberto Ortiz. Y del Museo Histórico Nacional otra pieza histórica: el reloj de Manuel Belgrano. De una historia enorme: Belgrano había recibido una fortuna del Estado por sus luchas contra los realistas y la donó para construir escuelas. Se quedó sin un centavo. Le pagó a su médico con el reloj antes de morir.
El Museo de la Rosada está cerrado y en reparación. Nadie puede ingresar allí, salvo empleados y albañiles. Tiene cámaras afuera y un lector de huellas digitales al entrar, hoy desactivado como la seguridad misma del lugar: se dieron cuenta que faltaban las piezas de Frondizi pero pensaron que alguien se las había llevado para limpiarlas.
¿Quién? ¿Adónde? La denuncia se hizo recién diez días más tarde.
Según los expertos no existe un valor económico ni mercado para estos objetos con tanta historia. Si no es económico ¿cuál es, entonces, el móvil de los delincuentes? Los filósofos enseñan que los valores no son sino que valen. No importa el precio de esos objetos sino su valor simbólico justamente. Y su desaparición tiene un efecto degradante.
Los símbolos son esenciales. Representan instituciones centrales, como la democracia. Hay ladrones de historia y no existe debida prevención para evitarlo. Robar los símbolos de Frondizi es robarnos a todos.
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