“En Santiago no hay inseguridad, la policía está vaga”, dijo un policía en actividad que día a día trata con los subalternos. Es común ver por el mismo centro de la ciudad a parejas de policías recorriendo la zona (con sus mp3 y celulares a full) dialogando y hasta mirado vidrieras. No hay control. No hay entusiasmo. Lamentablemente los policías recién ingresados creen que están trabajando en un comercio y que cumplido su horario se cierra el local y hay que regresar a sus casas. La seguridad y la prevención es otra cosa.
Ni hablar de los robos más insólitos ocurridos en los últimos tiempos como el ilícito ocurrido en la casa del reconocido dentista Flores Turk, situada al lado de la dependencia encargada de custodiar el microcentro, la denominada Patrulla Urbana.
De los cientos de robos ocurridos en la Capital y La Banda, el 90 % no fue esclarecido y cerca del 70 % de las causas duermen en los armarios de las comisarías. La excusa es que no hay personal, no hay combustible, etc.
Y lamentablemente -para la desgracia del jefe de la repartición, Marcelo Pato- el detenido Juan José Símula negó sus “confesiones por tv” ante el juez Gustavo Herrera, que tiene más ganas de irse a tomar mate a su casa que de quedarse a renegar con la desinteligencias policiales y con la brasa prendida de la muerte del empleado de Rentas, Raúl Domínguez, donde todos los carteles indicadores conducen a la policía.
¿Entonces quién banca a Marcelo Pato?, ¿que favor político lo tiene atado al sillón?, ¿la compra de armas?, ¿será un buen cajero? Quién sabe.
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