Editorial del diario La Nación de Buenos Aires.
Es necesario que, a partir de hoy, los ganadores de las elecciones hagan de la búsqueda de la concordia su programa. |
El principal eje de la propuesta electoral del oficialismo ha pasado por la profundización del modelo. Más que nunca, a partir de hoy, la Presidenta debería preocuparse por brindar señales claras sobre las implicancias de esa profundización, capaces de alejar los fantasmas que rondan las cabezas de muchos empresarios y no pocos ciudadanos comunes.
Las últimas semanas han mostrado una aceleración de la fuga de capitales, desconfianza inversora, pérdida de reservas del Banco Central y temores por las consecuencias que sobre la economía argentina provocaría la crisis internacional. En ese contexto, no menos confusión pueden despertar afirmaciones como las del actual viceministro de Economía y diputado nacional electo, Roberto Feletti, en el sentido de que, ganadas las elecciones, "el populismo no tendrá límites, porque tiene las herramientas para apropiarse de la renta". Igual efecto pueden tener sugerencias como las del futuro vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, de limitar los contenidos de las carreras de Ciencias Económicas a Marx y a Keynes.
El populismo busca la satisfacción presente del bienestar de las masas, con la mirada puesta en la popularidad y en el apoyo electoral. Deja las consecuencias de largo plazo de sus acciones a otros que gobernarán en el futuro. Por eso no le preocupa el desaliento presente a la inversión genuina, ni el efecto inflacionario posterior. E incluso si estas consecuencias se hicieran realidad mientras todavía se es responsable del gobierno, habrá un relato que señale a otros culpables: ya sean los medios, el capital concentrado, sus lacayos o el neoliberalismo conspirativo.
Si la profundización del modelo radica, como sugieren algunos dirigentes kirchneristas, en terminar con los "grupos concentrados", deberían advertir el capitalismo de amigos del que se ha hecho un culto en los últimos años. La referencia más acabada de esta modalidad es la Rusia de Putin. Hay capitalismo, pero las grandes empresas, las oportunidades de negocios, por lo general quedan en manos de los amigos, testaferros o socios del poder. Esta clase de modelo tuvo múltiples manifestaciones en la Argentina de los últimos tiempos, tanto en las licitaciones para infraestructura, como en el negocio de los juegos de azar, las empresas de energía y los medios de comunicación. Se gestaron así nuevos grupos económicos afines al poder, que apoyan y participan de sus acciones políticas y reciben beneficios.
Si se quiere profundizar en teorías que intentan explicar con tono pretendidamente académico qué es lo que se entiende por la profundización del modelo, puede recurrirse a diversos foros. Por ejemplo, a las Jornadas Monetarias del Banco Central, que fueron cerradas con un discurso de la Presidenta, o a los tres Congresos de Jóvenes Economistas Heterodoxos de la agrupación la graN maKro, liderados por Boudou, o también al Congreso de la Asociación de Economistas Argentinos para el Desarrollo en la Universidad de Buenos Aires. Con menos pretensión científica pueden consultarse los documentos económicos de La Cámpora. De todas estas manifestaciones resulta claro que la profundización del modelo expone una orientación ideológica muy parecida al socialismo del siglo XXI de Chávez, aunque con menos énfasis en la apropiación formal de la propiedad que en la de la renta.
En una visión fáctica de la política en un contexto de creciente déficit fiscal y sin acceso al crédito, el modelo ya pasó por la apropiación de las llamadas cajas. Así lo fueron los saldos de cuentas oficiales, las AFJP, parte de las reservas y las utilidades no genuinas del Banco Central, entre otras. En una próxima etapa orientada a la "apropiación de la renta", podrán ser la exportación de granos, el Fondo Solidario de Redistribución de las Obras Sociales y del Pami u algunos otros recursos confiscatorios de los ahorros, de muy mala memoria.
Con una innegable dosis de realismo e intuición, los ahorristas, muchos de los cuales seguramente votaron a la actual Presidenta, se vienen refugiando en el dólar ante la presunción de que la profundización del modelo no puede llevar a un buen destino.
Frente a este complejo contexto, es menester que la jefa del Estado, en la misma línea de sus últimos discursos con los que cerró su campaña, lleve a la práctica sus convocatorias a la unidad y a la concordia nacional; procure, con la fuerte legitimidad que le otorga el apoyo en las urnas, sellar las heridas abiertas por los muchas veces duros reproches a quienes piensan distinto, y asuma que un programa de gobierno debe ser mucho más que una estrategia de campaña.
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