Por Ceferino Reato, periodista y escritor, autor de “Operación Primicia”.
Aunque Daniel Filmus, como ya hizo el santafesino Agustín Rossi, se atribuya toda la responsabilidad de la derrota, el “pecado original” de su candidatura fue, más bien, de la propia presidenta Cristina Kirchner, quien lo ungió en soledad como candidato a jefe de Gobierno y hasta le eligió a su compañero de fórmula y a todos los postulantes que tenían posibilidades ciertas de entrar a la Legislatura porteña.En el acto de proclamación de los candidatos oficialistas, Cristina ni siquiera le permitió que hablara. La idea del oficialismo era clara: todos los votos son de Cristina, incluso los de la Capital Federal.
No es que Filmus haya sido un mal candidato; ocurre que la “chapa” de mero delegado de la Casa Rosada no es seductora para la mayoría de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, donde a lo largo de décadas se fue gestando una sentida demanda de autonomía política que recién se concretó en la reforma constitucional de 1994, acordada por Carlos Menem y Raúl Alfonsín.
Hasta ese momento, el intendente era nombrado por el presidente de turno. Hubo algunos muy buenos, como Torcuato de Alvear (Avenida de Mayo, Plaza de Mayo), Joaquín de Anchorena (Parque 3 de Febrero, primera línea de Subtes) Mariano de Vedia y Mitre (Avenida 9 de Julio, Obelisco) o Hernán Giralt (Teatro San Martín) para referirnos sólo a los intendentes hasta la década del 60; otros fueron regulares y otros, muy malos.
Con el tiempo, se fue gestando esa demanda de al menos poder elegir al intendente. Los presidentes llegaban a la Casa Rosada y prometían que su intendente sería el último designado a dedo, pero nunca cumplían. Hasta que Menem, que buscaba la eliminación de la cláusula constitucional que impedía la reelección consecutiva, accedió a la demanda radical de elección directa del Jefe de Gobierno de la Capital.
La campaña de Filmus, en especial hasta la primera vuelta, se apoyó en una consigna utilitaria: si el candidato de la Presidenta resultaba elegido jefe de Gobierno, la Casa Rosada volcaría su respaldo, su dinero y todas sus fuerzas de seguridad en beneficio de la ciudad de Buenos Aires y de sus habitantes. En cambio, si Macri era reelecto, todo eso sería negado, como sucedió hasta ahora con el kirchnerismo.
Esa consigna puede resultar efectiva en otros distritos, pero no en la Capital Federal.
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