Por Roberto Azaretto
Santiago del Estero tuvo una red ferroviaria importante por su extensión y su vinculación con todo el país. Efectivamente, desde la capital provincial se podía viajar al Norte, a Buenos Aires y a las estaciones intermedias, como hacia los puertos del Paraná entre los que sobresalían los de la ciudad de Santa Fe, Reconquista, Resistencia. También se posibilitaba la comunicación con Cuyo y Chile, empalmando con el trasandino mendocino, el salteño y con Bolivia. El ferrocarril de Tucumán a Córdoba, de principios de la década del treinta, del siglo pasado, fue otro aporte importante a la intercomunicación entre el interior mediterráneo.
Esto no fue apreciado en la ciudad de Santiago del Estero tal vez porque quedó el resentimiento que el ferrocarril de trocha ancha, el Central Argentino, pasara por la Banda y no entrara a la capital sino por un pequeño ramal de cuatro kilómetros, inaugurado pocos años después que se construyera la línea troncal, en 1887.
Tal vez por eso no faltan ignorantes que atribuyen las desgracias de la provincia al ferrocarril, la expresión más importante de la revolución industrial y que en todo el mundo sacó del atraso y la incomunicación a vastas regiones de la tierra,
Se atribuyen a todo tipo de confabulaciones que las trazas hayan pasado por tal sitio en vez del otro, ignorando las reglas básicas de la ingeniería que hacían imposible, por ejemplo, seguir el camino de los viejos pueblos ribereños al río Dulce, dadas las características del cauce y de la tierras aledañas. El último libro del historiador Alberto Tasso, “Ferrocarriles, quebracho y alfalfa”, con excelente documentación, es una muy buena contribución para terminar con las leyendas y mitos que envenenan y confunden las mentes y sirven a los ideólogos del fracaso.
Esas líneas, hoy, en su mayoría abandonadas, deberían rehabilitarse. El problema es el costo alto de esos trabajos porque la falta de institucionalidad de la provincia se refleja en el saqueo de los bienes ferroviarios, que van desde la ocupación de edificios y terrenos, incluso en la ciudad capital como de sus talleres y vías férreas.
El que escribe viaja mucho por el interior de la provincia y de sus vecinas, las provincias andinas. Hace pocos meses, luego de diez años de abandono volvió a circular un tren de carga semanal, y se sabe que en pocas semanas la frecuencia será bisemanal entre Jujuy y Mendoza, pasando por estaciones santiagueñas como San Pedro de Guasayan, Lavalle, Tapso y Frías.
Desde la riojana cuidad de Chepes, las vías estaban abandonadas, pero en 90 días y con una inversión de cinco millones de pesos se rehabilitó el servicio.
Esto fue posible porque las vías no fueron robadas: Hubo que desmalezar, cambiar tuercas, algunos durmientes, reparar puentes, pero la infraestructura estaba. En Santiago del Estero se robaron todo, como las instalaciones de los famosos talleres de La Banda, que muestra el documental sobre los ferrocarriles dirigido por Pino Solanas y donde acusa a un integrante de la familia Sarquiz como responsable de esos hechos de robo al patrimonio nacional. Despojos que contaron con la indiferencia o la complicidad de autoridades y de la justicia provincial y federal. No olvidemos que esta provincia soportó a uno de los más cuestionados jueces federales del país.
Vemos entonces, una falta de cumplimiento de los deberes de los funcionarios, cuando integrantes de una familia son acusados de robar los bienes ferroviarios, otros son vinculados con la piratería del asfalto, los sobreprecios en la construcción o el robo de agua del Canal de la Patria, como constató el que escribe, hace cuatro años, durante la crisis hídrica que afectó a Tintina y Quimilí, ante el abandono de los trabajos de mantenimiento de los canales del este de la provincia durante catorce años.
Lo peor es la actitud de ciertos sectores que en confiterías o restaurantes los saludan como si fueran próceres de la santiagueñidad. Son los mismos que protestan contra la inseguridad, ignorando que para terminar con ese flagelo hace falta el imperio de la ley…pero para todos, sin impunidad para nadie.
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