Por Oscar Lamberto, jefe
de la Auditoría General de la Nación y dirigente peronista santafesino.
Dos
años antes de las elecciones presidenciales participamos en un seminario sobre
el futuro de los partidos argentinos, donde quedaron fuertes interrogantes
sobre el destino de los dos grandes partidos del siglo veinte: radicalismo y
peronismo.
Las
expresiones políticas son siempre temporales, se desarrollan en un espacio
tiempo y no son ajenas al modo de producción imperante en cada momento
histórico.
Las
crisis de los partidos hay que buscarlas en los cambios que se producen en la
sociedad, no existen valores inmutables en el desarrollo histórico, Hipólito
Yrigoyen y Juan Domingo Perón fueron las máximas figuras nacionales del siglo
veinte , ambos ocupan el lugar de los más grandes, pero aunque duela aceptarlo
hace rato que están muertos.
Los
cambios en los últimos cien años fueron vertiginosos, pero más aún en los
últimos treinta, donde ingresamos a la era digital en una nueva revolución que
recién comienza y ya está cambiando costumbres, valores, y el vínculo de los
partidos con la sociedad e incluso las formas de los modelos democráticos
nacidos con la revolución industrial.
En
una sociedad donde todo se vuelve viejo en lapsos cada vez más cortos, donde
peligran instituciones ancestrales como la familia o las iglesias, donde
organizaciones nacidas al calor de la revolución industrial o partidos de
parcialidad política y medios de comunicación tienen cada día menos adhesiones
permanentes
Los
medios gráficos no sólo venden cada día menos, sino que lo leen los mayores de
cuarenta años, los menores de treinta ya no miran la televisión clásica y los
programas políticos están en la decadencia total.
Por
los canales tradicionales de la comunicación política transitan cada vez menos
personas, y por lo general muy pocos jóvenes, pretender recrear partidos sobre
viejas consignas es un enorme esfuerzo inútil.
Las
condiciones históricas son datos, la máxima virtud de un dirigente es ver su
orientación, según enseñaba el propio Perón, que supo ver el signo de los
tiempos adaptarse y cambiar conforme cambiaba la realidad.
La
música expresa los sentimientos populares, el sesenta y cinco por ciento de lo
que escuchan los argentinos es cumbia y reggaetón, el resto se reparte entre el
tango, folclore, rock nacional y clásica. Demás está decir que ese variado
treinta y cinco por ciento son personas mayores. Hay todo un país que vive, se
comunica o se expresa de manera distinta a las prácticas usuales de algunas
décadas atrás.
Las premisas del
peronismo
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Lamberto sugiere
preguntarnos qué tipo de gobierno necesita nuestro país al terminar el primer
cuarto del siglo XXI y si el peronismo puede ofrecer una alternativa acorde a
los tiempos.
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La
razón de ser del peronismo sigue siendo “una nación grande y un pueblo feliz”
dos aspiraciones cuyo alcance no parece muy cercano. En los tremendos equívocos
del actual Gobierno muchos ven una nueva oportunidad para el peronismo.
Repasando
la historia, razones no les falta, el peronismo supo sobreponerse a López Rega
y las Triple A; con la democracia recuperada volvió al mismo tiempo de la caída
del muro de Berlín y del Consenso de Washington; con la debacle del liberalismo
en la América Latina y en particular en nuestro país se supo reinventar como un
movimiento nacional y popular con algunos rasgos del primer peronismo.
Si
se revisa el listado de funcionarios, legisladores, dirigentes partidarios del
peronismo desde el retorno de la democracia, es asombrosa la resiliencia y el
reciclaje y esto además alimenta la creencia de que el peronismo es “inmortal”
y que con acuerdos de unidad se puede volver al gobierno en el próximo turno.
Más
allá del puro poder, característico de la mafia, vale preguntarnos qué tipo de
gobierno necesita nuestro país al terminar el primer cuarto del siglo XXI y si
el peronismo puede ofrecer una alternativa acorde a los tiempos.
Este
debiera ser el eje del debate político y no limitarse a juntar nombres y
dirigentes, no siempre “juntos somos más”, los meros amontonamiento sin
políticas convocantes suelen terminar mal aunque se ganen las elecciones.
Hay
que pensar el peronismo desde el futuro, las glorias y penas del pasado cuentan
muy poco, nuestro país tiene una dirigencia vieja, no tanto por sus años sino
por sus ideas, la Argentina produce poco y es competitiva en contados
productos, muchas fábricas son tan solo armadurías de componentes importados y
el gran productor de divisas que es el campo es sólo un socio de una larga
cadena de corporaciones internacionales, semilleros, acopiadores,
transportistas, bancos, compañías de seguros y fabricantes de camionetas.
En
esa torta productiva que crece poco y se reparte mal está la explicación, en
parte, del treinta por ciento de pobres.
La
otra pata del desarrollo humano es la educación. Alguien tiene que decir basta,
romper la inercia, la educación de un país es mucho más que las paritarias
docentes, enormes recursos que debieran ser la feria de las oportunidades del
ascenso social, terminan siendo listado de frustraciones y discriminación
social.
Vivimos
con el cuco del ajuste, cuando en realidad hay que patear la mesa, hay que
diseñar presupuestos partiendo de cero, el saqueo al Estado anida en
consultoras, fundaciones, becas encubiertas, fondos fiduciarios, un país tiene
que fijar prioridades y plasmarla en acuerdos parlamentarios, no podemos
endeudarnos en divisas para gastarlas en turismo, el Estado no puede estar en
todas partes, pero hay lugares donde el Estado no puede faltar.
La
previsión social, los planes asistenciales la salud y la educación deben ser
objeto de políticas de Estado que se traduzcan en acuerdos que permanezcan
durante décadas. Los derechos no sustentados por la economía son meras declamaciones.
Los
mejores años del país, el primer Gobierno de Juan Domingo Perón y el primero de
Néstor Kirchner, fueron con cuentas públicas ordenadas y superávit comercial,
el peronismo debe desmitificar la creencia que lo asocian con el déficit
fiscal.
Con
institucionalidad, organismos de control independientes y cuentas ordenadas hay
que recuperar la moneda nacional, el impuesto inflacionario es la tercera pata
de la pobreza.
La
recreación de un partido con futuro no pasa por la tercera sección electoral de
la provincia de Buenos Aires, sino con una propuesta para toda la Nación, no
podemos conformarnos con ser el partido del cordón cuneta.
Es hora de superar el
pensamiento de “que nosotros no somos buenos, sino que los otros son muy malos”.
Es hora de intentar ser los mejores.