El cura solidario, hincha de Huracán, contento porque trabajará con y para los pobres de Campo Gallo. |
El abnegado trabajo del padre Pepe -como todos lo llaman- en favor de los desposeídos de la Villa, incomodó a los que trafican con las drogas entre los más jóvenes, y recibió varias amenazas de muerte. Soportó todas las intrigas de los que actúan en el submundo del delito y se propuso llevar adelante un trabajo de esclarecimiento y de rescate de los más débiles, de adolescentes y jóvenes inmersos en el campo del delito.
Ahora, por imposición de las circunstancias, imaginamos, se hizo cargo de una parroquia a 1.200 kms. de la Capital Federal, en medio de la nada, lo cual también es un verdadero desafío.
Durante la misa presidida por el obispo de Añatuya, Adolfo Uriona, Di Paola estuvo secundado por tres sacerdotes amigos que lo acompañaron desde Buenos Aires. “Tenemos que participar activamente no sólo en el culto sino en la caridad y el servicio a los demás” dijo el padre Pepe al final de la misa. Haydee Caffarena que lo acompañó desde la Villa 21-24, expresó que “más allá de lo religioso, me siento muy identificada con el camino que eligió el padre Pepe para trabajar en beneficio de los que más lo necesitan porque está unido al camino educativo que elegí yo desde la docencia”, afirmó, y contó que conocía a Di Paola desde 1997 a raíz de un jardín de infantes que se hizo en conjunto entre las parroquia de la Villa 21 y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires en el que Caffarena era director de Educación Inicial.
El nuevo destino del padre Pepe no será seguramente el de predicar en el desierto; siempre hay ojos que ven y oídos que escuchan, aunque haya quienes prefieren no hacerlo.
¿Quién es?
Se llama José María Di Paola. Le dicen Pepe y es miembro del Equipo de Sacerdotes de las Villas de Emergencia. Tiene 48 años, y nació en Burzaco, aunque se crió en Caballito.
Es hincha de Huracán, y cursó el secundario en el Instituto Social Militar Dámaso Centeno, donde Charly García (ilustra el cura) conoció a Nito Mestre.
Su lema es la solidaridad. Repite como la Madre Teresa: “Dar hasta que duela”.
Aunque lejos, sueña con urbanizar a las denominadas villas miserias, y recuerda con emoción que los villeros le han enseñado sobre las culturas del pueblo. “Allí te encontrás con la cultura popular cristiana: en agosto la Virgen de Copacabana con el rito de la Pachamama. En octubre el Señor del Milagro, de los peruanos. La comunidad paraguaya, que es mayoría, celebra la Virgen de Caacupé, los argentinos la de Luján. Aprendemos de la cultura popular, que se basa en el sentido de la fiesta. No es olvidarse de la realidad sino festejar la vida, compartir. En las villas hay una riqueza cultural multifacética: la expresión de Latinoamérica en un barrio”, rememora emocionado.
Antes de ser destinado a Santiago del Estero -fines de 2010-, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró Ciudadano Ilustre.
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