El gobernador Gerardo Zamora. |
La fiesta era grande y la disfrutaban los militares y los politicos radicales y conservadores que aupaban a sus jefes de las Fuerzas Armadas a “borrar para siempre al peronismo”. Casi dos décadas de escarnio por defender ideales políticos y mantenerse leales al líder y conductor, hasta que llegó el 17 de noviembre de 1972 y la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse se tuvo que bancar las mayores manifestaciones de la historia argentina. Fue la “juventud maravillosa” de Perón (integrada por trabajadores, estudiantes secundarios y universitarios), la que transformó en histórica a la jornada. A partir de ello se impuso el 17 de noviembre para homenajear a los abuelos, padres y jóvenes que resistieron 18 años (desde el movimiento peronista), como el Día de la Militancia.
En Santiago, el miércoles por la noche, dos o tres prebendarios y/o dirigentes de la CGT organizaron el Día de la Militancia. Fue pretexto para exaltar las figuras de “Pichón” Neder y de Gerardo Zamora; uno que quiere ser gobernador y el otro que busca perpetuarse en el sillón de Juan Felipe Ibarra. En el palco apareció una escena surrealista; por la mezcla sin igual: radicales que odian a Perón, Evita, a Carlos Juárez y hasta a Cristina Fernández, y cegetistas que adhirieron a los 13 paros contra el gobierno de Ricardo Alfonsín, y a su caída. Una verdadera farsa con la que buscaban hacernos creer que son apóstoles de la militancia y, en consecuencia, nunca traicionaron sus ideales o banderas.
La verdad, son todos oportunistas sin ley que despilfarraron una vez más los dineros públicos para hacer política con prácticas del subdesarrollo. ¡Cómo van a festejar el Día de la Militancia comprando voluntades y acarreando a la pobre gente de los barrios de Capital, Banda y de otras ciudades del interior! La verdad, muchachos, lo de ustedes es un circo. Encima no renuevan absolutamente nada; repiten hasta la parafernalia del juarismo.
Con una grosería final. “Largaron” la marcha “Los Muchachos Peronistas” con Zamora en el estrado; que no sabe la letra y no tiene ningún interés (ni obligación) de cantarla. Al menos Carlos “El Chueco” Corbalán, en los actos en los que invitaba a éste gobernador, lo despedía formalmente y recién se cantaba el “himno peronista”.
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