Por Aldo Bravo, líder
del Partido Socialista-Santiago.
En
cada oportunidad que tiene Cristina Fernández se refiere elíptica o
directamente a la frustrada elección popular de los miembros que integran el
Consejo de la Magistratura. Todos sabemos que la Corte Suprema de Justicia de
la Nación tachó de inconstitucionales algunos de los artículos de las leyes que
había aprobado el oficialismo K y sus aliados provinciales. Entre ellos, los
artículos que establecían el incremento de los miembros del Consejo de la
Magistratura y la convocatoria a la elección de consejeros el próximo 11 de
agosto en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso).
El
9 de julio dijo en Tucumán : “No me hablen de seguridad si no democratizamos la
Justicia…”. El 20 de junio en Rosario se
había postulado para jueza cuando termine su segundo mandato presidencial y
deslizó en su incontinencia verbal la posibilidad de medidas cautelares que
alguna vez puedan impedir la elección del Poder Ejecutivo y el Poder
Legislativo.
Este
alarde demagógico de endiosar la llamada voluntad popular tiene un costado
bastante oscuro. Los socialistas que pertenecemos a la izquierda democrática
somos muy respetuosos del voto popular y aceptamos -como debe ser- el veredicto
que en los comicios dejan las urnas, pero también hace mucho tiempo que venimos
reclamando una autentica reforma política que instale la boleta única tal como
lo hemos hecho en Santa Fe, durante el gobierno del doctor Hermes Binner. A fines de 2010 cuando el gobierno K aprobó la
ley de Democratización y Transparencia
Electoral mantuvo “inexplicablemente” el obsoleto sistema de las boletas
electorales (sábanas).
Transparencia
Pese a los dichos del
Gobierno nacional, nada se hace a favor de la boleta única o al voto electrónico en la Argentina.
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¡Este
es el verdadero motivo por el cual no se hace lugar a la boleta única o al voto
electrónico! Con el sistema actual los partidos
quedan rehenes de la empresa que el Estado contrata para la distribución de los
votos y de la honestidad cívica de las autoridades de mesa que son designadas
por la justicia Federal con competencia electoral de cada distrito. Pero
también es cierto que por más que no haya votos en una cantidad indefinida de
mesas de alguna de las fuerzas que compiten en la elección, la jornada
electoral sigue su curso. Otro tanto sucede si los votos son sustraídos durante
el acto electoral y no hay fiscales para hacer la reposición de los mismos. Y,
por supuesto, a la hora del escrutinio, cuando se cargan los datos en el
telegrama que se le hace entrega a los encargados de trasladar las urnas hasta
el centro de cómputos.
Es
decir, una serie de situaciones que se pueden presentar que están libradas a la
buena voluntad de personas ajenas al oficialismo de cada provincia. Imaginemos
a los gobernadores K -despojados de este control absoluto- que se disputan
entre sí el cetro de la victoria electoral por el mayor porcentaje posible para
después ir a Buenos Aires a ofrecérselo a CFK. Y a nivel provincial a los
intendentes y comisionados santiagueños que compiten por el trofeo del triunfo
más amplio hasta el desparpajo de llamar a una de nuestras ciudades más
queridas “Capital nacional del kirchnerismo”.
Acaba
de hacerse público que a cada elector se le entregará un comprobante de haber
votado y ya no se sellará el documento de identidad. Si esto contribuye a
transparentar la elección, bienvenido sea. Sin embargo, seguimos sosteniendo la
puesta en práctica de la boleta única que libera a los partidos políticos de la
necesidad de tener un fiscal en cada mesa de votación, ya que el presidente de
mesa es el que hace entrega de la boleta y el elector sólo tiene que marcar con
una lapicera el candidato de su preferencia. A su vez se emplean tantos tipos
de boletas y de urnas como categorías de candidatos se eligen, evitando de este
modo el efecto arrastre negativo de la lista sábana y que algunos vivos pongan
su nombre en la boleta al sólo efecto de la tracción a favor de candidatos
desconocidos.
Voluntad
popular
En
consecuencia, si tanto se vocifera sobre la voluntad popular lo primero que hay
que hacer es garantizarla. Lejos están de hacerlo el gobierno nacional y sus
seguidores provinciales.
Por
ello, han mantenido el statu-quo en cuanto al sistema electoral y de allí
también los porcentajes surrealistas que aparecen en tantas provincias de la Argentina.
Y esto sin entrar a desmenuzar cómo se
tergiversa el derecho a elegir libremente mediante la práctica del clientelismo
más brutal que tengamos memoria.
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