La gobernadora Claudia
Zamora obsequió al nuevo obispo, entre otros presentes, una réplica de la Cruz
de Matará que el prelado besó con devoción.(Foto: diario El Liberal).
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La
Iglesia Católica de Santiago tiene muchas esperanzas en su nuevo obispo,
monseñor Vicente Bokalic Iglic, un bonaerense nacido en Lanús. Es que el santiagueño
es un “buen semblanteador” y, de entrada, ubicó perfectamente a su nuevo pastor
como un “cura misionero” que nos hace rememorar al mejor obispo que pisó estas
tierras, como fue el inolvidable y querido Jorge Gottau; otro bonaerense
oriundo de en la localidad de Esteban Agustín Gascón, redentorista, que
inauguró la Diócesis de Añatuya y transformó al extensísimo Santiago del Estero
del Centro-Norte.
¿Qué
hay que esperar, entonces, de Bokalc Iglic? Lo mismo que hizo Gottau, de
caminar y caminar por las periferias, como define a las comunicades olvidadas
el papa Francisco. Jorge Gottau no estaba casi nunca sentado en su sillón de
Obispo, sino que día a día salía a enfrentarse con las realidades de cada
rancho y tomaba nota de los requerimientos y necesidades, impulsando que toda
la gente accediera a todos los servicios: hospitales, escuelas, caminos y, por
supuesto, parroquias y colegios católicos por doquier.
Esto
hay que esperar de Bokalic Iglic. No va a parar en la sede del Obispado de
Santiago del Estero. Al contrario, va a andar por todos los rincones de su
diócesis trabajando y, sobre todo, evangelizando.
¿Cómo
se lo puede definir? Fácil. Es inteligente, cercano, con sentido del humor,
espontáneo y con una acendrada espiritualidad vicenciana. Claro, es un cura
formado y salido de la Congregación Vicentina, la Misión fundada por San
Vicente de Paúl en 1625, “para la evangelización de los pobres y la formación
del clero”.
Hace
pocos días, al concluir el 32º Curso e Misionología, éste hijo de inmigrantes eslovenos
recordó que “sólo un corazón lleno del amor de Jesús, que ‘se compadece ante el
dolor de la gente’ puede superar cambios y estar abierto a las sorpresas de
nuestro caminar”. Y agregó: “Quien sabe integrar armoniosamente los tiempos de
contemplación y acción misionera en una unidad vital puede responder con
alegría, con generosidad y disposición ante ‘tantas ovejas que andan
desorientados y desolados’”.
Claro,
como el agua
El presidente del Concejo Deliberante de la Capital, Juan Manuel Beltramino, entregó al obispo Vicente Bokalic, el Escudo de Armas de la Ciudad.(Foto: diario El Liberal). |
En
otro reportaje, se le preguntó: “Como vicenciano, a su juicio ¿qué puede
aportar el carisma vicenciano a la nueva evangelización?”, y Bokalic Iglic
respondió con claridad:
“Visto
desde estas latitudes, y creo que se pueden trasladar al orden mundial, estamos
viviendo tiempos muy ‘desafiantes para el carisma vicenciano’. Es más actual
que nunca. La reunión de Aparecida nos urge a la Misión. Con humildad, pero
también con audacia y competencia, debemos aportar lo que sabemos y experimentamos.
Debemos estar en la vanguardia ante este llamado. Muchas iglesias diocesanas
nos llaman para ‘enseñar y ponernos al frente de procesos misioneros’. Llamado
a la conversión pastoral de toda la Iglesia en clave misionera. La misión da
vida y renueva a las comunidades eclesiales. Algo más: tiempos de grandes y
nuevas pobrezas. El sistema económico mundial nos deja como resultado más
pobres, más excluidos de la fiesta…, y aquí hay algo nuevo: están ‘sobrantes de
la humanidad’… Son inmensas poblaciones de pobres que esperan nuestra presencia
y acción: llamado para los vicencianos. ¿Qué haría San Vicente de Paúl hoy? Los
pobres y la misión son una urgencia, un inmenso clamor, para que nosotros
participemos activamente en los procesos de renovación y compromiso eclesial.
Debemos llenarnos del ‘ardor y fuego misionero’, como en Pentecostés.
Necesitamos urgentemente un nuevo Pentecostés en la Compañía y en la Familia
Vicenciana. ¡Entremos con María al cenáculo para volver a recibir el Espíritu y
salgamos a la misión!”.
Todo
dicho. El nuevo obispo santiagueño es un misionero cabal que nos brinda la
esperanza que va a estar al lado de los que menos tienen, evangelizándolos y
ayudándolos a su promoción humana.
¡Gracias
a Dios!
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