Margarita contó que en el interior de Santiago, sin padres, sufrió hambre junto a sus hermanos, e hizo llorar a Fantino. |
Nadie
que haya visto el programa de Alejandro Fantino del domingo puede haber quedado
indiferente ante sus lágrimas, mientras Margarita Barrientos le explicaba cómo
es tener hambre de verdad. Esa mujer, que lleva años ayudando a que decenas de
chicos puedan poner algo en su estómago, sin duda sabe de qué se trata.
“Un
médico, un periodista, no me pueden hablar de hambre, porque nunca lo vivieron,
pero yo sí le puedo contar: es un dolor en el estómago, que es como que te
están comiendo”, relata Margarita y todo lo demás se derrumba: los problemas
cotidianos que para nosotros son importantes, nos hacen sentir superficiales y
estúpidos.
De
repente llega ese cachetazo necesario, porque lo que más ocupa el debate
mediático y doméstico es si “Pro o anti”, si Tinelli o Moyano en la AFA,
Ganancias, la prepaga, si se cae WhatsApp...
Pero
hurgando un poco, está ese otro mundo de la gente que no tiene nada, la masa
invisible de siempre, usada por el poder de turno para la cuota conveniente de
demagogia.
Esa
que depende de los pequeños héroes barriales, igual de pobres, como Barrientos,
a quien más de una vez se la criticó por tener relación con el actual
Presidente de la Nación, como si eso manchara su trabajo solidario. Hace
algunos días quedó envuelta en una polémica, porque se le ocurrió mencionar que
cuando viajó a El Vaticano para conocer al Papa, no fue recibida.
Entonces,
muchos recogieron el guante para victimizarla, en medio de una aparente guerra
silenciosa entre Francisco y Mauricio Macri.
Sin ser tan inocentes como
para pensar que el Sumo Pontífice no hace política, acercar al barro a
Margarita es de miserables. Ojalá los medios no nos olvidemos de las muchas
Margaritas que andan por ahí, en voz baja, cumpliendo su parte en esto de
mejorarle un poco la vida al otro.
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