Por Ramón Bernardo Herrera, abogado y político
santiagueño.
Por si hubiera quedado alguna duda,
completo mi enfoque sobre la corrupción. Es un deber que se impone combatirla
para los que actúan en el campo de la política, así como otros debieran hacerlo
en el ámbito en el que desarrollan una actividad que puede estar salpicada de
corrupción.
La condena generalizada por la actitud
de este ladrón y delincuente ex funcionario de Obras Públicas, José López,
lleva a la reflexión sobre las dificultades que enfrenta el proyecto nacional
para mantener credibilidad de sus banderas.
Porque no será nada fácil mantener los
sueños de los muchos militantes que con pasión abrazaron y defendieron una
noble causa. Destruir, con acciones aberrantes, esos sueños es el mayor pecado
o delito que pueda cometer un dirigente político.
Por otra parte será difícil hacer
comprender a las mayorías populares que hay que separar las ideas políticas que
sustentan un modelo, de quienes fueron los intérpretes y beneficiarios personales
de una gestión de gobierno. Y en este último caso, si el alto funcionario robó
para sí o para la corona. Porque el sentido común indica que si un Presidente,
un Gobernador, o un Intendente, tienen funcionarios que roban a mansalva, o es
un ingenuo (para usar un calificativo benévolo) o comparte un porcentaje del
choreo.
Y para exculparse no basta al
gobernante con decir “no fui yo quien le dio el dinero”. En la comisión de un
delito, actúan además del autor material, copartícipes, cómplices, encubridores
y un autor intelectual.
Cualquiera de las dos hipótesis
referenciadas, inhabilitan a un dirigente político para conducir al movimiento nacional.
Ante la decepción y desesperanza
popular, pareciera que no le queda al ciudadano donde quejarse ni siquiera a la
Fifa (recordar el dicho “anda a quejarte a la Fifa”) dada la corrupción
universal; sin embargo queda el otro camino de seguir luchando con
participación y compromiso en busca de un mundo mejor.
Retomando el plano de la política, se
hace necesario la renovación de la dirigencia que pasa -además de la idoneidad-
por el sostenimiento y reafirmación de los valores éticos, tendiente a combatir
la idea generalizada que para llegar en política hay que tener caja, o sea que hay
que ser corrupto. Y también por lo indispensable que es la erradicación de los
inconsistentes ideológicos como los Pichetto, ayer paladín de Menem con las
privatizaciones, después defensor del pago soberano con Cristina, y ahora
sostenedor de Macri ante los fondos buitre.
Combatir la corrupción, la de ayer y la de hoy, es un
deber de quienes anhelan una sociedad más justa. Hay que enaltecer la política
con el ideal del bien común, para no dar cabida a los que se sirven de ella
haciendo un comercio o industria, o a quienes pretenden servirse de la misma
sin importarles nada más que sus conquistas económicas o personales y que no
son sino simplemente unos gana panes, busca puestos o vainas de cualquier
machete.
El abogado y político santiagueño ratificó que combatir la corrupción, la de ayer y la de hoy, es un deber de quienes anhelan una sociedad más justa. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario