Por Facundo Peñaloza
“Aeguat omnes cinis” (Lucio Anneo Séneca)
Dejó este mundo el doctor Francisco Alberto Cavallotti, un distinguido caballero, jurista de consulta, honrado funcionario, querido amigo y padre ejemplar.
Lo que fue y lo que hizo en vida se reflejó mediante notas en algunos medios de prensa como una sencilla pauta, para el recuerdo de quienes lo conocieron y para la ilustración de los que no tuvieron el privilegio de valorar su personalidad.
El sentido de lo justo lo llevó -peldaño tras peldaño- a realizar una carrera judicial impecable, logrando empezar por lo menos y terminar en lo más.
Durante una década administró la ley para los santiagueños, desde el Superior Tribunal de Justicia, que lo tuvo como uno de sus presidentes más austeros. Perteneció a un grupo de funcionarios que hoy extrañamos; el de los jueces serios.
Cerró su vida publica no hace mucho, cuando acompañó a su hijo Pancho en la arena política como candidato a gobernador de la provincia. Sin lugar a dudas, fue un luchador, una personalidad notable, un santiagueño de bien.
Como no podía ser de otra manera el Poder Ejecutivo Provincial estuvo totalmente ausente en lo que fue su velatorio y sus exequias. Una vez más asistimos a una falta grave en materia de bonhomía, gentileza, protocolo y ceremonial que muestra al desnudo la figura del gobernador de la provincia y del sequito de ministros que lo acompañan. ¡Que triste resulta esa imagen pobre o la pobre imagen!
No se requiere, conforme a rituales escritos y no escritos, que un primer mandatario de una provincia escape a sus obligaciones diarias para hacerse presente en los funerales de quien fuera en vida un destacado hombre publico.
No era necesaria su presencia, pero sí, algún gesto que lo tenga vigente como la máxima autoridad en la escala del poder. Algo que lo distinga, con “don de gente” y que merezca el reconocimiento de los deudos, agobiados por el dolor de una pérdida sin reposición.
La Legislatura, imitando la impertinencia, tampoco se hizo presente en el lugar en donde uno de sus pares -el diputado Francisco “Pancho” Cavallotti- lloraba la perdida de su progenitor. No se registró ni siquiera una mueca simple de acompañamiento al compañero de bancada. A un diputado notorio y calificado que defiende los intereses de su pueblo.¿Cómo ellos?
Tampoco era necesaria la presencia del vice-gobernador y presidente de la Cámara de Diputados. Con un remilgo, era más que suficiente. ¡Pero qué difícil es la actitud!
¡Qué zonzo es pensar que los muertos son los otros! Y que triste resulta cuando se les advierte que la hilacha se muestra colgando del ropaje transitorio del poder.
Cuentan que el Poder Judicial sí estuvo presente porque tienen una funcionaria advertida y prolija. De parte de las autoridades del cuerpo nada, ni un guiño. No saben todavía que un ex presidente que dignó a ese cuerpo dejó este mundo y que uno de sus hijos pasilla a diario ese recinto como auxiliar de la justicia.
Pero… ¿quiénes nos gobiernan? Patético y torpe. Es como decía al principio al evocar la frase de Séneca: “Aeguat omnes cinis” (La ceniza iguala a todos). Les estoy hablando a ellos, pero… no se si me van a entender.
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