La puesta en escena de “Final de partida” de Samuel
Beckett (1906-1989), actualmente en cartel en la sala Casacuberta del Teatro
San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tiene como protagonista y
director a Alfredo Alcón.
La escenografía se presenta como un cuarto en ruinas, en
el centro un sillón con Hamm, el amo, Alfredo Alcòn; y Clov, el esclavo,
Joaquin Furriel, yendo y viniendo. El amo le pide cosas a su sirviente todo el
tiempo, en lo manifiesto; sin embargo en lo profundo es la imperiosa necesidad
de que perciba su existencia y, que le hable aunque todo sea parte de un
absurdo.
Reducida a la mínima expresión la gestualidad, Clov y Hamm están encerrados en un círculo
vicioso de amo y esclavo. Afuera, según Clov cuando se asoma por las ventanas
que están tan altas que requieren de una escalera, la naturaleza los olvidó, las
olas son de plomo, el cielo es gris prolongando el cuarto, no hay sol. Sólo
encierro y una dinámica perversa que insta a los dos personajes a una
interdependencia.
A un costado del escenario, en dos tachos asoman, cada
tanto, los padres mutilados de Hamm, a cargo de Roberto Castro y Graciela
Araujo: son casi espectros que aportan una cuota de hilaridad y dolor.
La escenografía de Norberto Laino, el vestuario de Mirta
Liñeiro, la iluminación de Gonzalo Córdova,
crean un clima de abandono, decadencia y claustrofobia requerido por la
obra.
Así es el absurdo del genial Beckett, dialogo sucinto,
casi telegráfico, preguntas cuyas respuestas decepcionan o no aciertan y un
sinsentido que es el sentido último ya no sólo del teatro, sino de la vida
misma; que la decir de su autor: “El final está comprendido en el comienzo y
sin embargo uno continúa”.
Alfredo Alcón, Joaquín Furriel, Graciela Araujo y Roberto Castro. |
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