La encíclica presentada este jueves en el Vaticano propone “una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales”, vinculadas con la situación ambiental. |
“¿Qué
tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están
creciendo?”, se pregunta el papa Francisco en su reciente encíclica ecológica,
titulada “Laudato si”, sobre el cuidado de la casa común. Según el Pontífice,
esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede
plantear la cuestión de modo fragmentario, sino que conduce a interrogarse
sobre el sentido de la existencia y el valor de la vida en sociedad.
La
encíclica presentada este jueves en el Vaticano toma su nombre de la invocación
de San Francisco de Asís, que dice “Laudato si mi Signore” -“Alabado seas, mi
Señor”- en el “Cántico de las creaturas”.
Francisco
sostiene que la Tierra, la casa común, “es como una hermana con la que
compartimos la existencia y como una madre bella que nos recibe entre sus
brazos”.
Pero
esta Tierra, señala el Santo Padre, está siendo maltratada y saqueada, y clama
con gemidos junto a todos los abandonados del mundo. El Papa invita a
escucharlos, llamando a todos y cada uno –individuos, familias, colectivos
locales, nacionales y también a la comunidad internacional– a una “conversión
ecológica”, según expresión de san Juan Pablo II.
Cuidar la casa común
Francisco
pide “cambiar de ruta”, asumir la urgencia y la hermosura del desafío que se
presenta ante el “cuidado de la casa común” y reconoce, asimismo, que se
advierte “una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de
la naturaleza”, mientras crece “una sincera y dolorosa preocupación por lo que
está ocurriendo con nuestro planeta”.
La
esperanza es un aspecto central del texto papal. En el punto 13, Francisco dice
que la humanidad “tiene aún la capacidad de colaborar para construir la casa
común”, y en el punto 58 insiste en que el ser humano “es capaz de intervenir
positivamente”, ya que “no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces
de degradarse hasta el extremo, pueden también superarse, volver a elegir el
bien y regenerarse -como expone en el punto 205-.
El
papa Francisco se dirige, claro está, a los fieles católicos, pero se propone
“especialmente entrar en diálogo con todos sobre nuestra casa común”. El
diálogo aparece en todo el texto, y en el capítulo 5 se vuelve instrumento para
afrontar y resolver los problemas.
El
obispo de Roma recuerda que también “otras Iglesias y comunidades cristianas
–como también otras religiones– han desarrollado una profunda preocupación y
una valiosa reflexión” sobre el tema de la ecología. También agradece
explícitamente la contribución del “querido Patriarca ecuménico Bartolomé”,
ampliamente citado en los números 8 y 9. En varios momentos, además, el
Pontífice agradece a los protagonistas de este esfuerzo –tanto individuos como
asociaciones o instituciones–, reconociendo que “la reflexión de innumerables
científicos, filósofos, teólogos y organizaciones sociales enriqueció el
pensamiento de la Iglesia sobre estas cuestiones”.
Estructura del documento
El Papa argentino encuentra en la tecnocracia y “el excesivo repliegue autorreferencial del ser humano” las causas del cambio climático. |
El
recorrido de la encíclica está trazado en el número 15 y se desarrolla en seis
capítulos. A partir de la escucha de la situación a partir de los mejores
conocimientos científicos disponibles hoy, recurre a la luz de la Biblia y a la
tradición judeo-cristiana en el capítulo 2, y en el siguiente detecta las
raíces del problema en la tecnocracia y el excesivo repliegue autorreferencial
del ser humano.
La
propuesta de la encíclica se conoce en el capítulo 4, y es la de “una ecología
integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales”,
inseparablemente vinculadas con la situación ambiental.
En
esta perspectiva, el Papa Francisco propone en el capítulo 5 emprender un
diálogo honesto a todos los niveles de la vida social, que facilite procesos de
decisión transparentes. En la última sección recuerda que ningún proyecto puede
ser eficaz si no está animado por una conciencia formada y responsable,
sugiriendo principios para crecer en esta dirección a nivel educativo,
espiritual, eclesial, político y teológico.
El
texto termina con dos oraciones, una que se ofrece para ser compartida con
todos los que creen en “un Dios creador omnipotente”, que aparece en el punto
246, y la otra propuesta a quienes profesan la fe en Jesucristo, rimada con el
estribillo “Laudato si”, que abre y cierra la encíclica.
El texto está atravesado
por algunos ejes temáticos, vistos desde variadas perspectivas, que le dan
coherencia interna: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del
planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al
nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la
invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor
propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de
debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política
internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo
estilo de vida.
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