Por Miguel A. Brevetta Rodríguez
El peronismo propiamente dicho, nunca estuvo asociado al desarrollo educativo de la Nación, ni se consolidó como un paradigma del quehacer cultural, pese a gobernar por décadas en un país que exhibe ante el mundo valores descollantes, del arte, las letras, la danza, la lírica, etc.
No estoy afirmando que dentro del contexto justicialista no existan o no se destaquen supremos baluartes de la intelectualidad, muy por el contrario, pienso que desde esa ideología surgieron notables pensadores que hoy bien nos representan dentro y fuera de nuestras fronteras. Pero, desde el ejercicio del poder, creo que poco contribuyó a plasmar políticas culturales que tenga que destacar como estandartes de logros en sus gestiones de gobierno.
La socióloga e investigadora Ana Wortman le dijo al diario La Nación: “que el peronismo nunca estuvo demasiado interesado en fomentar la cultura desde el Estado, porque inicialmente la cultura estaba asociada con la elite”. (1) Y no es aventurado recordar a propósito lo que escuchamos desde niños: “alpargatas sí, libros no”. Una frase que se trate o no de propaganda afín con la oposición, fue una suerte de sentencia que caló bien profundo en varias generaciones de argentinos.
“El justicialismo trajo la idea –expresa la socióloga- de que lo que debe ser valorado es la cultura popular y que esto es algo innato. No requiere la intervención del Estado. Por eso, a mi entender, no le han prestado ni le prestan demasiada atención, más allá de lo discursivo".
Lo que viene a convalidar en parte, lo que hemos recogido de las distintas gestiones gubernamentales de signo peronista.
En un país en donde no existen reglas de juego claras y que vive una inestabilidad crónica en materia económica, lejos está de fomentar una propuesta cultural de largo plazo, pues de ser así, no se diferenciaría de los países desarrollados que tienen bien en claro el rumbo a seguir.
Santiago, la ínsula
En Santiago del Estero, no hay excepción que destacar, por el contrario, estamos en condiciones de afirmar que durante la hegemonía justicialista de Carlos Arturo Juárez, la cultura, en cualquiera de sus expresiones, no fue más que una abstracción colocada en un sello o en alguna alegoría de carácter ficticio, pues existió sólo en la letra del organigrama, hasta que en la debacle del ultimo gobierno borraron de un decretazo lo que fuera la subsecretaría de Cultura.
Es decir que nada se aportó en materia cultural durante los gobiernos peronistas que hoy se puedan destacar como ejemplos vivos de lo realizado a lo largo de más de cincuenta años de poderío electoral.
A la fecha, tampoco tenemos qué mostrar. Si bien no gobierna ya el partido justicialista, han transcurrido más de cuatro años de una gestión de gobierno de otro signo político. Y no se conoce todavía un plan cultural ejecutado, ni en vías de ejecución, ni que exista alguno.
Un presupuesto que excede los cinco millones de pesos, según se estima, se evapora de la subsecretaria del Cultura cada ejercicio, bien podría exhibir algunos logros que no sean los reiterados y tediosos festivales de folclore que se publicitan como emprendimientos propios, los que dejan mucho que desear.
De talleres, conferencias, exposiciones individuales o colectivas, publicaciones, cursos, seminarios, visitas guiadas, registros de artistas, cine, teatro, becas, etc., mejor olvidar. Parecen ser foráneas fantasías que sólo son de aplicación en extraños continentes... muy lejos de la ínsula santiagueña.
(1) Diario La Nación, miércoles 25 de marzo de 2009
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