La crónica periodística nos reseña que el editor chileno Arturo Peña Lillo, que a mediados del siglo XX creó en el país una editorial dedicada a difundir el "pensamiento nacional" argentino, falleció en Buenos Aires, a los 91 años.
Al frente de la editorial que lleva su apellido, Peña Lillo fue mentor del campo intelectual desde la década del 50, con obras de autores como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggrós, José María Rosa, Ernesto Palacio, Fermín Chávez, Jorge Abelardo Ramos, Luis Alen Lascano, Jorge Farias Gómez, Carlos Arturo Juárez, entre otros.
Peña Lillo había nacido el 30 de agosto de 1917 en Valparaíso, pero a los 2 años se mudó con su familia a la Argentina. En 1940, como maquinista de los talleres gráficos de L. J. Rosso, comenzó la actividad sindical que continuaría: fue delegado gremial en una huelga en la cual resultó despedido. Comenzó a editar junto a Vicente Del Giúdice en 1947. Sus primeros títulos fueron Instrucciones del estanciero, de José Hernández, y El idioma de los argentinos, por el cual Jorge Luis Borges cobró su primer dinero por derechos de autor. Su segundo destino laboral fue en la editorial francesa Hachette.
Peña Lillo debutó con su editorial en 1954, con La historia de la Argentina, de Ernesto Palacio, y hasta 1982 editó unos 400 títulos. También creó revistas como Cuestionario, en 1973, con Rodolfo Terragno, y Quehacer nacional en 1982. Es autor de los libros autobiográficos El encantador de serpientes y Memoria de papel .
"Nunca fui afiliado a ningún partido, pero siempre me sentí militante. Expresaba mi militancia a través de la editorial, cuyo objetivo fue sistematizar el pensamiento nacional y popular disperso", dijo Peña Lillo.
En los últimos años, había reeditado Polémicas, de Jauretche, con su viejo sello, y estaba reimprimiendo el resto de su fondo editorial en colaboración con Ediciones Continente.
Fue la editorial más popular de la década del 70, al hacer posible mediante ediciones sencillas y de bajo precio, que la juventud argentina pudiese acceder a la obra de los gestores del pensamiento nacional de entonces.
Allí se destacó con meritos propios el escritor santiagueño Luis Alen Lascano, y Carlos Arturo Juárez publicó su: Hora crucial en la Argentina, libro escrito desde su exilio en 1972.
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