Nadie que estuvo en la sala del Teatro 25 de Mayo advirtió su presencia. Mucho menos los cronistas quienes, de haber leído algún escrito sobre el kirchnerismo, lo hubieran identificado y entrevistado para hacerse la nota del año. Se llama Carlos Zanini. Es cordobés, y proviene del PC duro, maoísta, pero después del 76 y luego de sufrir cuatro años de cárcel, se marchó a Santa Cruz y allí conoció a los Kirchner. Vale la pena hablar de este secretario Legal y Técnico que está siempre en la mesa chica: Néstor, Cristina y él. Si se repasan los discursos presidenciales de los dos Kirchner se podrá comprobar que está su redacción y que, en todas las medidas importantes, siempre interviene. Algunos dicen que es el único que le habla fuerte a Néstor o le recrimina por sus descuidos de la salud.
Se sabe en Buenos Aires que fue éste funcionario el que aconsejó al ex presidente que, como titular del PJ Nacional, no debía asistir a la reasunción de Gerardo Zamora.
Es, en consecuencia, un político con una gran capacidad de lectura política; superior a la media. Por ello, cuando terminó la asunción de Zamora, Zanini ya había comprobado que todo se pareció a una fiestita infantil en la que la Presidenta y el gobernador se tiraron flores ante un auditorio de tibios aplausos y compuesto por radicales que se hacen los kirchneristas y de peronistas que se hacen zamoristas.
¿Y qué hizo? Le sugirió a la Presidenta que fuera a la calle y descubriera la reacción del pueblo peronista. No se equivocó. En muy pocos lados Cristina fue aclamada, abrazada y besadas por gente humilde que, efectivamente, como pensó Zanini, fue a darle número a una Presidenta en la que todavía cree. Por supuesto, cree que es y sigue siendo peronista.
Fue lo mejor de la visita, al menos para Cristina y su amigo y funcionario “Carlitos” Zanini. Lo de adentro el teatro, con los discursos de Zamora y de la Presidenta, fue todo una mera formalidad, excepto los anuncios de algunas obras (tantas veces repetidas por otros gobiernos nacionales y provinciales, como la ruta Los Telares, Sumampa, Sol de Julio y límite con Córdoba), que todos sabemos que fueron dichas como quien hace fulbito para la tribuna.
Ninguno habló de la calidad institucional que falta en Santiago, o que hay un Poder Ejecutivo con la suma del poder, o que los jueces del Crimen han cumplido cuatro años en comisión (que es lo mismo que decir que son simples empleados del gobernador), o que son innumerables las sospechas de una corrupción generalizada, o que la prensa está vendida por completo a los designios de los funcionarios gubernamentales.
Menos aún, la Presidenta, que tanto hizo con su marido para esclarecer el doble crimen de La Dársena, se animó a hablar de los derechos humanos violados por la policía corrompida, por jueces ineptos y proclives a los chanchullos, por el asesinato de 39 presos del Penal de Varones y por el secuestro y crimen de un empleado de Rentas que se animó a denunciar a los poderosos que hacían sellar sus documentaciones en timbradoras apócrifas.
Fue, entonces, una simple visita de amigos. Por ello, después de tanta adulación de Zamora a Cristina y de tanta lisonja de la Presidenta al gobernador, la primera dama soltó la síntesis de su visita, al pasar, al cronista de Canal Siete: “Venimos a acompañar a quien siempre nos acompañó a mi esposo y a mí”.
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