Por José Sarney, ex presidente de Brasil entre los años 1986 y 1990.
Todo lo que hicimos para invertir el proceso histórico de hostilidad entre Brasil y la Argentina, transformándolo en un proceso de integración, no habría sido posible sin Alfonsín. El tenía la visión continental, la firmeza de convicción y la grandeza de convicción necesarias para dar los pasos decisivos.
Él había asumido la presidencia de la Argentina poco antes de que el destino me colocara en la presidencia de Brasil. Pero desde nuestro primer encuentro, en Iguazú, transformamos nuestra relación de Jefes de Estado en una relación entre dos amigos; relación que se extendió a nuestras familias. Gran conversador, hombre de extraordinaria cultura, era una persona simple y de un trato diario muy ameno, lo que inmediatamente nos cautivaba.
Tenía un coraje inmenso. En Itaipú, cuando los militares argentinos habían convertido esa obra en un punto de conflicto, él no vaciló en tomar la iniciativa de visitarla y, con ese gesto tan simple, desmontó toda la discusión sobre los presuntos daños que la planta hidroeléctrica podría causar a la Argentina. Más tarde, me llevó a Pilcaniyeu, la usina nuclear argentina donde me acompañaron nuestros equipos de científicos. Y entonces lo invité a Aramar, en Brasil, donde habíamos desarrollado el proceso de enriquecimiento de uranio. Allí también le abrimos las puertas a los científicos argentinos.
Alfonsín es un ejemplo de modelo ético, que con sus virtudes, firmeza y autoridad moral, consolidó las instituciones. Será siempre el ejemplo de político honrado con ideas de vanguardia.
En forma conjunta, al lado del ex presidente uruguayo Julio Sanguinetti, luchamos para restablecer la democracia en toda América do Sul, tal como ocurrió, y la idea generosa de integración que iniciamos y que es irreversible. No dudo que los desvíos de nuestro proyecto serán superados y nuestros hijos verán una América del Sur integrada política, física, económica y culturalmente. Y Raúl Alfonsín será recordado como el hombre que hizo posible ese sueño.
Tuve la felicidad de tener con él una profunda y duradera amistad. Es uno de los orgullos de mi vida. Y lo recordaré siempre, con los ojos húmedos y el corazón apretado, pero sabiendo que su figura supera al tiempo en que vivió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario