Por Ricardo Roa (Editor general adjunto de Clarín).
Cristina gobierna con mucha plata, pero la invierten mal. |
Hay un progresismo verbal, de labios hacia afuera. Y otro verdadero que mejora en serio la vida de quienes más necesitan. En pocas cosas esa distancia se ve tan clara como en el gasto público. Al Estado hoy le sobra plata. Pero en áreas clave para la gente, los recursos faltan o no se usan del todo por desidia o mala gestión (ver: Seguridad, pymes, educación y Riachuelo, las deudas de 2010).
Unos tres millones de vecinos siguen expuestos a la contaminación en la cuenca Riachuelo-Matanza, que atraviesa 11 municipios.Contaminación pura y ambulante, se sabe desde hace tiempo. Una montaña de nuevas denuncias demuestra que se ha hecho menos que poco: el gobierno, que en Gualeguaychú se había proclamado adalid de la ecología, gastó en 2010 sólo el 40% de los recursos asignados a la limpieza. Y encima ungió como jefe en Medio Ambiente a un intendente sin preparación técnica.
La misma paradoja se repite en la política educativa. A la encuesta PISA se someten casi todos los países: es la más prestigiosa a nivel internacional. Se hace cada tres años y mide la calidad y la distribución de la educación en la sociedad. El relevamiento del año pasado dice que ningún país cayó tanto como la Argentina.
“Hoy aparecemos peleando el descenso”, resumió la ex ministra Decibe. El presupuesto educativo creció pero se destinó sobre todo a salarios, y en muy poca medida a la capacitación de maestros. Y no sólo esto anduvo mal. La partida de dinero para el “mejoramiento de la calidad educativa” se usó, en el 2010, en un porcentaje similar a la dispuesta para limpiar el Riachuelo.
Nadie recordará estos años por los esfuerzos en capacitar maestros, reformar los diseños curriculares, modificar las regulaciones en las escuelas o incentivar la excelencia. No están en la agenda. Tampoco porque se hayan hecho cosas suficientes para que los chicos se queden en la escuela, aprendan más y se achiquen las brechas de calidad entre los distintos sectores sociales.
Para Gustavo Iaies, otro especialista, la Argentina figura hoy entre los países más inequitativos, con la relación más determinante entre el origen social de los alumnos, las escuelas a las que acceden y los resultados del aprendizaje. “Dime de qué casa vienes y te diré a qué escuela irás y qué pronóstico educativo tendrás”.
Cristina Kirchner se ufanó de haber contado con el “mejor ministro de Educación de la historia”. En la gestión K, decenas de miles de familias han emigrado de las escuelas estatales a las privadas: prefieren pagar para obtener algo que la escuela pública ya no garantiza. ¿Alguien puede pensar que esto ocurriría si la gestión fuese exitosa? En otro relato tipo Billiken, la Presidenta se llamó a sí misma “la Sarmiento del Bicentenario”. Más bien es lo contrario: el país ha pasado del proyecto sarmientino de “la mejor escuela para todos” a cristalizar las desigualdades sociales.
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