miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿Por qué no se “mata” a todos, como a Alegre?


Hace un tiempito, Gerardo Zamora se ufanó y dijo: “Sabemos todo (sobre opositores, políticos y periodistas); a dónde viven, con quiénes andan, en qué vehículos se manejan, a dónde trabajan. En Santiago nos conocemos todos”.

¡Claro que nos conocemos todos! (Sabemos hasta de los foráneos, los que vinieron de Tucumán, Córdoba, Rosario, Mendoza o Buenos Aires). Faltó, entonces, agregar que “también nos conocíamos antes” y, consecuentemente, sabemos cómo vivíamos hace seis años y cómo vivimos ahora.

En ese tren, quién mejor que Zamora (el “sabeloto”, según sus dichos), para saber y actuar, en tiempo y forma, cuando alguno de sus funcionarios decide cambiar el paso. Él, como gobernador, sabía perfectamente lo que hacía su sucesor en la municipalidad de la Capital y su socio político. Pero lo sabía del primer día y, sin embargo, actuó después de dejar por varios años que Julito cometa sus correrías y tropelías.

También sabe lo que hizo Daniel Russo en el Consejo Provincial de Vialidad. O cómo actúa Daniel Zani en la subsecretaría de Deportes. Lo mismo la perfomance de “Rupa” Molina Areal en la ex Infraestructura Escolar. Igualmente, todo lo que hizo “Lito” Infante y otros concejales, desde el Concejo Delibertante. Podemos ampliar la lista con ministros, subsecretarios, directores, intendentes, concejales o comisionados municipales. ¿No sabe, acaso, Zamora, las compras de departamentos, automóviles y fincas que realizaron muchos de sus colaboradores más cercanos? ¿Cuándo se va a decidir a “matarlos”, como hizo con Alegre?

Hace unos días, Zamora recriminó duramente a uno de sus funcionarios (que cumple tareas en una importante repartición, fuera de la Casa de Gobierno), y le ordenó que devolviera el flamante automóvil Ford Mondeo que le había costado 150.000 pesos.

Una alta fuente observó: “El gobernador tiene razón porque este muchacho venía de un Fiat 1 y no tenía para comprar zapatillas, y resulta que, de la noche a la mañana, aparece con semejante autazo”.

Nos conocemos todos. Nos conocíamos todos. Pero resulta que a uno lo “matan” por sus irregularidades mientras que a otros se los perdona, se los deja “maniobrar”, a otros se los aconseja y, así, la ley no es pareja.

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