martes, 7 de agosto de 2012

El “Pibe Noño” y el rumoreo que choca de frente al zamorismo

Un humilde trabajador murió por culpa de los asesinos al volante y relacionados al poder político, y sus familiares y amigos no encuentran ni verdad ni justicia.
Ramón Robles, alias “El Pibe Ñoño”, es un personaje al que pocos conocen pero del que todo el mundo habla desde que el zamorismo llegó al gobierno. Se sabe mucho de él porque es un floreciente empresario que logró incrementar su patrimonio con una flota de camiones, empresa constructora, bares, confiterías y lugares bailables. Y toda la provincia conoce que “El Pibe Ñoño” es el famoso testaferro y prestanombres del hoy concejal Daniel Zamora, hermano del gobernador Gerardo Zamora, y que ambos se han enriquecido obscenamente como proveedores en todos los rubros de la administración pública.
Por todo ello, en el imaginario colectivo santiagueño el tal Robles es uno de los principales eslabones de la gran cadena de corrupción de los que se creen poderosos e intocables. Consecuentemente, en todo cuanto tenga injerencia “El Pibe Ñoño”, automáticamente, la mirada popular lo asocia y lo vincula con Gerardo y Daniel Zamora. Y se los relaciona con razón porque no han dejado negociado sin hacer; desde una obra en el Consejo Provincial de Vialidad hasta el apoderamiento de un campo fiscal donde funciona alguna pista clandestina.

“Si es ‘El Pibe Ñoño’, son los Zamora”

En la madrugada del domingo, entre las 5 y 5,30, una camioneta de alta gama (que vale algo así como 160 mil dólares), viajando a 200 kilómetros por hora, arrastró más de 100 metros a un humilde vendedor ambulante que arreglaba su automóvil con el capot levantado.
El fuerte impacto despertó a casi todo el vecindario del barrio El Palomar, en Independencia y pasaje Alvear,
Los ocupantes de la camioneta descendieron despavoridos, observaron que habían dado muerte al hombre, y se dieron a la fuga. “Eran seis. Detuvieron un remisse y se subieron, pero varios de los vecinos rodeamos al automóvil y se bajaron tres. Los otros se dieron a la fuga en el remisse”, repiten los vecinos del barrio Palomar.
A partir de allí, el repiqueteo del rumor llegó a todos los hogares y amargó el almuerzo y la siesta de los santiagueños, levantando la indignación porque los “asesinos al volante” dieron muerte y abandonado a la víctima.
“El Pibe Ñoño”, según se sabe, no conducía su camioneta. Pero se fugó y no fue ni a su casa ni a la de su padre ni a la de un hermano. Se escondió, al parecer, con alguien vinculado al poder y recién a las 13 se entregó a la policía.
Pero ya nadie podrá detener “la verdad del pueblo” sobre este luctuoso accidente. Se escuchó y se escuchará: “Anduvo el hijo de Zamora”, “manejaba el hermano de Zamora”, “escapaban raudamente a un control anti-droga de Gendarmería, cerca de la escuela Normal”; “eran seis personas, entre ellas había mujeres”; “se vio a un alto funcionario judicial, amigo del ‘Pibe Ñoño’”, etc.
Todo porque el comentario del vulgo coincide: “Si es ‘El Pibe Ñoño’, son los Zamora”.

Golpeados; sin reacción

Pasan los días y el expediente está guardado bajo siete llaves por el juez Darío Alarcón. La estrategia es acusar al “Pibe Ñoño”, y se evalúa hacer aparecer a “un acompañante”. La prensa oficial zamorista envía sus mensajes y prepara el terreno sin ningún aporte de testimonios de los vecinos, del remissero en el que huyeron los causantes de la muerte, los amigos de la víctima etc., frente al brutal crimen causado por sujetos vinculados al poder.
Provoca escozor este comportamiento, y la gente tiene razón de decir que si los ocupantes de la camioneta hubieran sido “santiagueños del montón”, estarían siendo escrachados en páginas enteras con fotos esposados y les inventarían historias como que estaban drogados, que iban con mujeres de la noche, y que hasta salían de algún rito umbanda.
Pero se trata del “Pibe Ñoño”, testaferro de los Zamora, y la orden es buscar otras noticias para tapar el crimen y el abandono de persona.
El rumoreo sigue y seguirá, horadando al poder, frente a la falta de un jefe de policía o de un juez que cuente la verdad sobre quiénes viajaban, por qué huyeron, quién o quiénes fueron los cómplices que los escondieron.
Lo que no se puede hacer es actuar como cuando el cuñado del gobernador cometió un crimen como conductor de un automotor en una avenida de La Banda y también perpetró el abandono de persona, y todavía no se sabe si recibió el auto de procesamiento y/o la inhibición de bienes.
Tampoco se debería proceder como cuando el hermano del gobernador mató a un joven matrimonio manejando su automóvil en el acceso sur de la ciudad, y hasta ahora no se conoce si fue procesado e inhibido en sus bienes.
Si no reaccionan informando a la ciudadanía con la verdad, habrán de soportar el rumoreo de la gente que acusa y culpa al poder.

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